I la monarquía sobrevive al corinnavirus será un milagro. Que el juancarlismo haya colapsado con todo el país confinado es como un presagio. El escándalo es tan grande que la Zarzuela puede acabar ardiendo mientras vemos los fuegos pirotécnicos desde casa. Porque ni el más furibundo republicano le ha hecho tanto daño a Felipe VI como su propia familia. Felipito Tacatún le ha quitado la paga a su padre, el campechano, y también ha renunciado a su herencia (gesto para la galería ya que que no lo puede hacer mientras él viva). Tienen la culpa cien millones de una supuesta mordida saudí de los que, en teoría, 65 fueron a parar (otra vez tiro de presunción) al bolsillo de una compañera de alcoba. Caído el mito de la Transición, y derribado el muro de silencio que durante décadas había ocultado los inconfesables negocios de Juan Carlos I, se comprueba que la corona es también parte de una herencia obtenida tan irregularmente como el resto de bienes. El cortafuegos llega tarde. Y ni la mayor crisis sanitaria de la historia es capaz de tapar el virus de la corona. Urtaran se ha apresurado a iniciar un expediente para retirar el nombre del emérito del callejero de Gasteiz. Porque, como dicen los chistes malos, el único Bourbon medio decente es el Jack Daniel's. Ahora que se ha quedado sin asignación anual, a Juancar solo le queda acogerse a alguna ayuda social. ¡Pues que solicite la RGI!

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