SE ha encontrado Felipe VI con su primera Pascua Militar en medio de una melé de Estado en la que el tradicional ¡Viva España! ya es como una coplilla. Vestido de capitán general, el jefe de los Ejércitos, pertrechado en la Constitución y los abalorios militares, enfrenta desde lontananza una legislatura con la bandera abrazada con furia. No es para menos, si para el ciudadano común la sesión de investidura nos ha dejado un Far West lleno de indios y vaqueros, qué no pensará este monarca, al que el Reino se le cae por fuerza, en medio de un turbio ejercicio de la política. Han terminado las navidades con un regusto bufo por parte de las derechas en el que sobresale, además de los discursos esperables de PP y Vox, el escandaloso llamamiento de una ciudadana macarrita al transfuguismo, ya acostumbrada a que en su partido la fuga de votos haya alcanzado los más de 2,5 millones de votantes. Si todos estos se echaron en los brazos de Casado y Abascal en seis meses, qué no puede pasar en 48 horas con uno solo. Pan comido, pensará Arrimadas, que un día acogió en sus filas a una tribu entera de prófugos. Esta indigencia moral es lo que nos trae esta legislatura que, a la espera de Gobierno, arranca como una suelta de vaquillas. Todos presentan demasiados politraumatismos. Y el viernes primer consejo de Ministros, otra del lejano Oeste. Patada a seguir y que sea lo que la democracia quiera.
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