NO hemos salido de la COP25, con su falta de compromisos frente a esta humanidad loca por un planeta limpio y ya nos invade la Navidad. Nosotros, humanos, remilgados durante el año, que babeamos con Greta y fruncimos el ceño frente a una colilla mal apagada. Pero ¿quién renuncia a la Navidad? ¿Quién rechaza las ciudades titilantes, a comprar ferozmente en los gigantes textiles, a la paquetería sin tregua, al desperdicio alimentario, a los miles de desplazamientos, litros de combustible, al fomento indiscriminado del consumo, a la barba acrílica de Melchor? Es una época demasiado feliz que adormece nuestras buenas intenciones engullidas por ese gargantúa tragaplásticos de juguetes, basura acumulada, cenas pantagruélicas y aumento del consumo energético. Nada de esto vemos porque es Navidad, una tregua pactada frente a la nueva tableta de última generación al calor de la calefacción. Tenemos encima una contradicción tan grande que esta fantasía nos deja ciegos en nuestra conciencia, falsa e insostenible. Salgan a clamar por un futuro sin emisiones, libre de residuos, sin ingestas masivas, sin contaminación lumínica, toneladas de papel de regalar, lazos y envoltorios. Ahora coja el coche, el avión, compre en Amazon, saque otra bolsa de basura y reinicie el nuevo móvil made in China. Nos quedan unas cuantas gambas para seguir dopados de Navidad, sin miramientos, con el efecto placebo de seguir concienciados en medio de una furia necesaria. Sigan reciclando.susana.martin@deia.eus