eN contra de la creencia más extendida, la educación infantil no tiene como objetivo adelantar el aprendizaje de las asignaturas. Nadie debería esperar que su hijo o su hija empiece a escribir con 3 años, pero los patios de los colegios están plagados de madres y padres persiguiendo a los querubines con el cuaderno rubio. La normativa del Gobierno vasco es muy clara respecto a la enseñanza de 3 a 6 años: “En estas edades tienen especial relevancia los aprendizajes orientados a la construcción de su propia imagen ajustada de sí mismo y de sí misma, al conocimiento, valoración y control que niños y niñas van adquiriendo de su propia persona, sentando así las bases del desarrollo de la autonomía e iniciativa personal. Esta construcción es consecuencia de las relaciones con todas las personas, las experiencias vividas y de los aprendizajes realizados, que, a su vez, es el punto de partida para nuevos aprendizajes que incidirán en el desarrollo de todas las competencias básicas”. A pesar de todo, la presión de muchos padres y madres hace que los colegios se vean obligados a colar de rondón algunas enseñanzas curriculares, lo que en definitiva contribuye a dificultar el verdadero objetivo de la enseñanza infantil, que va más allá de garantizar que las criaturas tienen un techo en el que estar cuidados mientras los padres cumplen con sus obligaciones laborales. Y la pregunta que todos deberíamos hacernos es si contribuimos realmente al desarrollo y autonomía de nuestros hijos.