eL tiempo pasa para todos. Para unos más rápido que para otros, por aquello de la edad. Esa que marca el abismo generacional que separa a los millenials de los que ya, o todavía, peinamos canas. El abismo generacional es que los jóvenes del siglo XXI no sepan qué es el Concorde, aquel avión supersónico que rompió todos los récords hasta que se incendió en pleno vuelo; es que no conozcan a Monica Lewinsky, aquella becaria que se hizo famosa tras desvelar su relación con el entonces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton; es que no hayan oído ni siquiera hablar del crimen de Puerto Hurraco, aquella matanza veraniega ocurrida en la localidad extremeña de Benquerencia de la Serena y perpetrada por los hermanos Izquierdo, que acabaron con la vida de nueve miembros de la familia Cabanillas. El abismo generacional es que estos jóvenes hiperconectados hablen de esas películas “en blanco y gris” en las que actuaban personajes tan desconocidos para ellos como El Gordo y El Flaco, y que alucinen cuando les explican que antes de la Wikipedia había que tener un gran archivo de papel para preservar el conocimiento. Claro que esa generación del futuro inminente puede decir que el abismo generacional lo marca nuestro, prácticamente, analfabetismo tecnológico cuando nos sentamos ante un ordenador o en el día a día en el uso de las aplicaciones del teléfono móvil. Es cuestión de puntos de vista.

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