CUENTAN que hay humanos preguntándose preocupados qué mundo vamos a dejar a nuestros perros, con tanto plástico invasor, el imparable cambio climático y el salvaje consumismo low cost. Un neurólogo estadounidense ha inventado una fórmula para saber si nuestro perro nos quiere de verdad o solo menea el rabo y nos mira arrobado por pura dependencia. Esto es muy humano. Tanto como sospechar que es posible que nuestro perrito sea un ladino y que nos alegre la vida por negocio, o sea, por zona de confort, casi como un matrimonio de toda la vida. Que en realidad es un ser sin valores que no siente ansiedad cuando nos vamos ni desea siestear a nuestro lado después de comer y que corre por la pelotita para divertirnos, humanos sinsorgos. Enamorarse es lo más parecido a tener perro, un trastorno mental transitorio, pero desconocemos si el perro está enamorado de nosotros porque nunca se le nota que pueda no estarlo ya que siempre vive en un work in progress. A los perros se les quiere y se dice que son “como de la familia” y no “de la familia”, como si no fliparan ya con lo que oyen en el saloncito y los comportamientos humanoides que les obligamos a presenciar en el pote. Los humanos perrunos se preocupan del futuro planeta de sus canes pero inquieta esa necesidad de confirmar si realmente lo de nuestro perro es amor verdadero o está postureando. Sean como sean y el primer mundo involucione, ya es suyo. Heredero universal de todos nuestros ¿bienes? ¡Guau!susana.martin@deia.eus