EL día que deje de luchar por la igualdad y por la gente como tú y como yo, será el día que esté en mi tumba”. Fue la réplica a una periodista de Serena Williams tras caer en la final de Wimbledon. De hecho, una encuesta publicada en YouGov señala que uno de cada ocho aficionados masculinos al tenis cree que podría ganar a quien suma 23 Grand Slam en su palmarés, ejemplo de cómo el machismo y la brecha de género son tónicas arraigadas. Yendo a la protagonista, se constata la bidireccionalidad entre deporte y educación, que todo no se puede entrenar, que se puede ser muy bueno sin humildad ni valores, pero que si añades estos al talento la ecuación mejora. Nos siguen dando pruebas de ello el Big Three del tenis en versión hombre, estajanovistas en la victoria y admirados en la derrota, un ciclo irrepetible al que nunca se asomará un tal Kyrgios, irrespetuoso con el público, el rival y consigo mismo, e incapaz de disfrutar en la cultura del esfuerzo. Salvando la distancia, la dualidad futbolística la podrían encarnar Messi y Neymar, este último capaz de plantar a un club en julio, demandarlo por impago y rumiar después por volver mofándose de que su mejor recuerdo es la voltereta del Barça al PSG. Quienes saben mantenerse arriba honran la frase de Picasso: “Cuando me llegue la inspiración, que me encuentre trabajando”. El compromiso acerca más a la felicidad que la simple diversión. Una cosa es ser feliz y otra estar contento.

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