SE ha demonizado la bandera de España y me apena. Se hizo en su momento y ahora otra vez. Somos el único país en el que no estamos orgullosos de ser españoles”. El discurso lo podría esgrimir, y lo hace, Albert Rivera, pero corresponde a su ya oficial pareja sentimental Malú, la misma que en 2007 participó en un concierto organizado por el PSOE con contrato de por medio. Después de que en precampaña el líder de C’s se empeñara en esconder su vida privada, ha bastado una crisis en su partido, una hospitalización por salmonelosis y la acusación de la voxera Rocío Monasterio de que ni la cantante sabía dónde estaba el naranjito, parapetado en medio de la tormenta política, para que el dúo de moda del mundo cuore, irrumpiese cogidito de la mano ante los paparazzi no ya para restar trascendencia a la salud del mandamal ciudadano sino para desviar la atención y arruinar el rumor fake de que habían roto porque ella le acusaba de “falta de naturalidad”. Vamos, de ser artificial, pura fachada. O sea, de ser Rivera. Cuestión aparte, que no menor, sería el debate respecto a si la instantánea de ambos, bien maqueados, merece ser, como fue, portada de diarios serios y que parecían más un especial del Hola!... Pero que su “dramático” desmayo cayendo en los brazos de la sobrina de Paco de Lucía y el mensaje subliminal en la camiseta de ésta (Love) sean lo más publicitado de quien de la provocación hace virtud, sí que canta. Camuflaje total, que entona ella.

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