Las compañías aéreas nos barajan como a naipes. Usted reserva un vuelo para dos personas en Internet y el sistema le da las plazas 9C y 13C. A pie de página, la compañía le aclara, muy amable, que si quiere viajar junto a su acompañante, puede comprar el asiento 9B, por ejemplo, al módico precio de 15 euros. También puede elegir el 13B, que es algo más barato (12 euros), para que no diga que no le dan alternativas. Puede, incluso coger para usted el 27C y el 7A para su pareja, porque quién sabe si una discusión previa al embarque por un quítame de ahí esos kilos de más en el equipaje no hará más placentero el vuelo poniendo tierra (o aire, o pasillo o lo que sea) de por medio. Pero también le cobrarán, pues en este juego, la banca siempre gana. Y la banca es la compañía aérea que ha encontrado otra gallina de los huevos de oro. Air Gallinero. La cosa no es que la hayan tomado con usted, no; a la siguiente pareja, o grupo, le harán la misma jugada. Los dispersarán por la cabina, con la esperanza de que paguen por el acercamiento. Si esta partidita la juegan con, pongamos, 80 personas del total del pasaje, y multiplicamos por una media de 13 euros por trasero reubicado, el beneficio añadido por la cara asciende a mil euros por vuelo. Multiplique por los miles de vuelos diarios. Yo salgo el miércoles de Loiu. Voy a hacer una asamblea previa en la terminal con los pasajeros de mi vuelo. Nos vamos a intercambiar los asientos. Y va a ser también por la cara. No voy de farol.