JUGAR a acordar mientras uno se pasea metiendo tripa en las ruedas de prensa solo puede dejar a su paso mucha desconfianza y una España entera en funciones, que es un estado que empieza ya a contar como otro estado civil, el siguiente al casado, carburando inercia con un guapo de piloto automático. A las funciones, Sánchez les ha cogido tanto el gusto que sigue en Bruselas en un curso de verano sobre el bloqueo político y cómo hacer del ralentí profesión; al fin y al cabo España lleva desde 2016 en funciones, con esa astenia política que solo se interrumpe para la urgencia de las elecciones y después cambiar de dueños en los escaños del Congreso y de inquilino en Moncloa. Maneras de vivir. Con sus 123 escaños no es precisamente el primo de Zumosol en este hemiciclo que ya empieza a oler mal de no moverse salvo para tomar posesión y cobrar. Es la política de la nada en su mareo público y en las puertas de las vacaciones, cuando el personal está en los minutos basura de un año de telediarios y le da igual votar y lo votado en este sistema de una democracia por encima de nuestras posibilidades y que ha acabado siendo un sindiós anual de bloqueos y cargos congelados. Ande o no ande, caballo grande y anda el gobierno pero el bicho no funciona y mira que está en funciones. El laboratorio constata que en el escenario todos se dejan ver y que, en medio del bloqueo, la función sigue. Vamos para un lustro.susana.martin@deia.com