YA no genera sorpresa alguna la arrogada capacidad de algunos políticos para interpretar el mandato del electorado. Lo que siempre llama la atención es el rostro pétreo con el que traducen a su favor las emociones que guían a los ciudadanos a la hora de depositar el voto. Ahí está el ejemplo de Nafarroa, donde el triderechito foral se frotaba las manos tras la victoria de la alianza entre UPN, PP y Ciudadanos y ahora no sabe a qué atenerse. Lo que sí dicen tener claro es que los navarros han votado para cortarle el paso a los abertzales y especialmente a los batasunos. De modo que cualquier decisión que se tome debe tener como punto de partida la marginación, acoso y derribo de la izquierda abertzale: juzgada, condenada, cumplida la pena y devuelta al carril político. Sin tener ni la mitad de los espolones con los que se desenvuelven los gurús del análisis de las urnas, me huelo que lo que sí que tienen claro un buen puñado de los 124.336 votos que recibió Navarra Suma es que no quieren ni ir a heredar con las huestes de Vox. Que les parece una aberración dejar entrar a la ultraderecha en ayuntamientos y gobiernos regionales. Que no entienden cómo se les da oxígeno en lugar de aislarlos con las ventanas cerradas en el rancio espacio político en el que se mueven. Pero se trata de pillar cacho, de detener la sangría y mantener el máximo poder posible aun a costa de poner en riesgo los avances sociales de las últimas décadas.