DESPUÉS de un par de días de especulaciones y tiros por elevación en diferentes medios sobre la próxima renovación de la cúpula del PP vasco, fue en Onda Vasca donde escuchamos la confirmación en labios del directamente interesado. Carlos Iturgaiz le anunció a mi compañero Txema Gutiérrez que, efectivamente, se hacía a un lado y que el próximo mes habría (hoy sabremos la fecha) un congreso en que se concretará el relevo. Y, salvo sorpresa difícil de concebir ahora mismo, hasta ahí llegará la carrera de quien yo conocí, hace ya muchas lunas, en un cursillo de locución radiofónica –se lo juro– organizado por el Inem. Servidor estudiaba periodismo, e Iturgaiz, que ya militaba por entonces en el Partido Demócrata Popular de Óscar Alzaga, daba clases de acordeón.
Algún día contaré con más detalle la historia. Solo les digo que, pese a las grandísimas diferencias ideológicas, hicimos muy buenas migas y que ni por asomo pensé en aquellos días que mi compañero accidental de pupitre llegaría a la primerísima línea de la política. Pero ahí lo tienen. No sin pagar un alto precio personal –jamás me acostumbré a verlo rodeado de escoltas–, fue escalando peldaños desde una concejalía en Bilbao junto a Antonio Basagoiti a la presidencia por dos veces del PP vasco, pasando por una plácida etapa en el Parlamento Europeo. Muchos creímos que, con la llegada de Feijóo a la presidencia del PP hace año y medio, Iturgaiz seguiría los pasos de su fulminado valedor, Pablo Casado. Pero el gallego aplazó la ejecución de la sentencia y el santurtziarra ha tenido un periodo de gracia que al fin se le acaba. Ley de vida.