¿Nunca es tarde?

– Como tantos otros, este sarampión debería estar superado hace varios lustros. Porque lo que no tiene ni medio pase es que a finales de 2023 sea noticia (y motivo de escándalo, además) que en el parlamento de un estado que cuenta con varias lenguas se permita su uso con total normalidad. Máxime, si se asegura que todos los parlamentarios dispondrán de traducción al instante. Buena parte de la culpa del vergonzoso retraso la tiene –y es muy necesario señalarlo– el mismo PSOE jacobino y alérgico a la plurinacionalidad que siempre ha puesto pie en pared cuando las formaciones de las diferentes nacionalidades lo han reclamado. El viraje estrepitoso solo ha llegado cuando ha apretado la necesidad de votos para la investidura de Sánchez.

Vox, cabreo infinito

– Con todo, es mejor no llorar por la leche derramada y celebrar que, aunque haya sido al humo de las velas y por obligación, ayer se escuchó hablar en euskera, catalán, gallego y asturianu por primera vez en el Congreso. Qué retrato se hicieron los culiparlantes de Vox que, en dos ocasiones, abandonaron ruidosamente la cámara para mostrar su protesta. Anoté con ironía en X (antes, Twitter) que solo por esa salida de la manada abascálida, había merecido la pena poner en marcha la medida. Si fueran consecuentes, deberían no volver. Con buen tino, el diputado del Grupo Vasco Joseba Agirretxea dijo (en perfecto castellano, por cierto) que los que se habían marchado eran “los que nos echaban de clase, nos multaban o nos metían en la cárcel por hablar euskera”. Y aún remató: “Ahora se han ido ellos. Algo hemos avanzado”.

Hacer el canelo

– Los del PP se quedaron, pero no evitaron sus numeritos sobreactuados. Había que ver el lamento del tránsfuga ya regularizado Sergio Sayas, que difundió en redes sociales una imagen del pinganillo, junto a demasías como “Un país sometido al independentismo” o “El final del imperio de la ley”. No gasten todas sus carcajadas, porque todavía resultó más gracioso lo de Borja Sémper haciendo el canelo. Puede que alguien piense que me paso de frenada en la definición, pero es que fue él mismo el que la víspera dijo que hablar euskera en el Congreso era “hacer el canelo”. Todo para que, al llegar el momento de intervenir, se adornara con un par de frases en el pérfido idioma.

Albares se luce

– El remate triste fue el ministro Albares diciendo en Bruselas que iba a priorizar la demanda sobre el uso del catalán en las instituciones europeas porque “ellos han sido más insistentes en la reivindicación”. Qué calamidad.