NO es que me vaya nada en ello, pero confieso que una parte de mí sintió una pequeña decepción por la derrota de Odón Elorza en las primarias del PSE de Donostia para elegir cabeza de cartel en las próximas elecciones municipales. Ya digo que no es una cuestión de cercanía ideológica ni de simpatía personal. Simplemente, tenía curiosidad por ver cómo el viejo rockero de la política y de las poltronas movía el avispero de aquí a los comicios. Estaba claro que al tomar la decisión de enfrentarse a su compañera y candidata del aparato, el eterno verso suelto tenía algo en la cabeza.

Y lo dejó claro en dos tuits. En el primero, con más o menos deportividad desganada, reconocía la victoria de Garmendia. En el segundo, supurando bilis, sentía la necesidad de autojustificarse. He aquí sus palabras: “Hay batallas en política que aunque parezcan suicidas no puedes dejar de dar; por tu propia dignidad y por coherencia con tus convicciones. En esos casos, una derrota en primarias siempre será un mal menor. No hay peor derrota que mostrar cobardía moral y resignación”. Es curioso que hable de cobardía, cuando esa última frase es una piedra arrojada justo antes de esconder la mano. ¿A quién o quiénes se dirigía? Nos quedamos sin saberlo, como nos quedamos sin la salsa que el resabiado político iba a aportar a la precampaña, la campaña y el momento de los pactos. Me da en la nariz que para el resto de partidos será una buena noticia. No exactamente porque se quiten un rival que podría rascarles votos, sino porque se libran de un elemento de distorsión. Ahora queda por saber si esta será su última batalla.