Paraíso... fiscal

– Lo bueno de Isabel Díaz Ayuso es que no disimula. Un minuto después de que el gobierno andaluz del PP anunciara la eliminación del impuesto de Patrimonio, tuiteó: “Bienvenidos al paraíso”. Evidentemente, la lideresa se refería, jijí-jajá, al paraíso fiscal que todos sabemos que se ha montado en Madrid. El mismo que, por lo que vamos viendo y escuchando, es el modelo que Feijóo ha hecho suyo como gran caballo de batalla para dar sopas con honda a la izquierda, primero en las autonómicas y locales de mayo y, cuando toque, en las generales. Ayer, la prensa del ultramonte hablaba con gran satisfacción de “la guerra fiscal” emprendida por el mesías gallego con el apoyo de todos sus barones ya gobernantes y los que aspiran a serlo. No hay nada que excite más al fondo a la derecha que la promesa de eliminar tributos, y allá películas con cómo se financien los servicios públicos. Quien quiera Sanidad o Educación, que se las pague. Parecerá mentira, pero semejante propuesta resulta atractiva para una parte no pequeña de los votantes.

Buena jugada

– Efectivamente, la del PP ha sido, más allá del populismo insolidario que destila, una buena jugada. La prueba es que ha vuelto a desquiciar al Gobierno español, cuya respuesta a la hora de teclear estas líneas se resume en un berrinche de la portavoz, Isabel Rodríguez, y en una salida de pata de banco del ministro José Luis Escrivá que ha triunfado en los titulares. Con su habitual querencia por soltar demasías sin pensar en las consecuencias, el responsable de Seguridad Social dio a entender en una entrevista radiofónica que el Ejecutivo al que sigue perteneciendo se disponía a centralizar las competencias fiscales de las autonomías para que cada cual no hiciese de su capa un sayo. No era más que una bocachanclada lanzada a título personal, pero eso no evitó que la especie cundiera y fuera presentada como un anuncio en firme.

Contradicciones

– Lo paradójico –o directamente aterrador– para quienes defendemos el derecho a decidir también en lo tributario y nos rompemos la cara con quienes nos acusan de privilegiados y chupasangres es que algunas fuerzas que se tienen por soberanistas parecieron aplaudir la ocurrencia armonizadora. En nombre de una supuesta equidad, se abogaba por parar los pies a las comunidades que practicasen una competencia desleal en materia impositiva. Ojo, que el discurso es casi calcado al que utilizan los vocingleros cavernarios para cargar contra las singularidades de los cuatro territorios forales. Convendría que le diéramos una vuelta. l