En una de tantas reflexiones que pueden encontrarse en los bosques de internet uno halla una hermosa metáfora sobre los autobuses. Dice algo así como la vida es como un viaje en autobús, algunos comienzan el viaje junto a ti, otros se suben a la mitad del camino, muchos se bajan antes de que llegues al final de tu viaje y muy pocos permanecen junto a ti hasta el final. Pero cada una de esas personas dejan algo en tu corazón que recordarás a lo largo de este hermoso viaje de la vida. Baja las ventanas y disfruta el viaje... ¡nunca sabes cuando llegarás a tu parada!”.

Ahora que nos acaban de mostrar las bondades de Bizkaibus (otro cantar son los autobuses de Bilbobus, en una huelga permanente que desbarata los planes de la ciudadanía con el transporte público...), una red capaz de dar cobertura a la inmensa mayoría de los municipios de Bizkaia, es de aplaudir su aportación a la cohesión social y territorial. Van y vienen por todos los territorios de Bizkaia y tejen una red que nos lleva y nos trae en un balanceo de ida y vuelta.

Cada viaje en autobús puede convertirse en una aventura. ¿Quieren un ejemplo? Quizás el más célebre sea el de Rosa Parks, quien ocupó un asiento reservado a los derechos humanos. El 1 de diciembre de 1955 la afroamericana Rosa Parks volvía de su trabajo como costurera en unos grandes almacenes. Se sentó en la parte de atrás, en los lugares permitidos para ciudadanos considerados de color. A medida que el autobús recorría su ruta, comenzaron a faltar asientos y quedaron de pie algunas personas. Al percatarse que había blancos de pie, el conductor paró el autobús para pedir a tres mujeres negras que se levantaran. Rosa Parks se negó a hacerlo, ni siquiera bajo la amenaza de denuncia que se ejecutó. Acabó sentenciosa. “No subí al autobús para que me arrestaran; subí para ir a casa”, dijo.