LA expresión nudo gordiano procede de una leyenda griega según la cual los habitantes de Frigia (región de Anatolia, en la actual Turquía) necesitaban elegir rey, por lo que consultaron al oráculo. Este respondió que el nuevo soberano sería quien entrase por la Puerta del Este, acompañado de un cuervo posado sobre su carro. Lo hizo Gordias, un labrador que tenía por toda riqueza su carreta y sus bueyes. Cuando lo eligieron monarca, fundó la ciudad de Gordio y, en señal de agradecimiento, ofreció al templo de Zeus su carro, atando la lanza y el yugo con un nudo cuyos cabos se escondían en el interior, tan complicado que nadie podía desatarlo. Según se dijo entonces, aquel que lo consiguiese conquistaría el Oriente. Tiempo después, Alejandro Magno conquistó Frigia y le lanzaron el reto. Sacó la espada y, de un mandoble, partió el nudo en dos.

El tráfico entre Bilbao y Santander tiene un flujo poderoso y lo que bien pudieron llamarse puntos de sobrecarga, cuando, por arte de magia negra, a uno se le convierte el coche en una carreta de bueyes. Les hablo del nudo de Cruces, donde confluyen una media de 250.000 vehículos, al llegar hasta él los vehículos que van o llegan desde Santander, Ezkerraldea y Bilbao, convirtiéndolo en uno de los puntos más congestionado del territorio. Se había convertido justo en eso, en un problema de compleja solución.

En la actualidad la expresión nudo gordiano se refiere a una dificultad que no se puede resolver, a un obstáculo difícil de salvar o de difícil solución o desenlace, en especial cuando esta situación solo admite soluciones creativas o propias del pensamiento lateral. La decisión ha sido pegar un tajo en el intercambiador y convertir una senda de dos carriles a otra de cuatro, con la idea de partir en dos problema y el propósito de multiplicar las soluciones. El plan no suena mal. Ahora sólo hace falta que, puesto en práctica, todo funcione.