LA paloma mensajera nuestra de cada día –qué viejo se siente uno cuando escribe algo así, aunque rejuvenece algo cuando lee que el youtuber Jeff Geerling, con más de medio millón de seguidores, ha conseguido colocar en una paloma 3 TB de datos, para comprobar si es más rápida que una conexión de fibra óptica a 1 Gbps y... voilá! llegó antes en el entorno de una distancia máxima de 600 millas, es decir, unos 965 kilómetros...–; la paloma, decía, nos trajo la noticia de la venta del Palacio Olabarri a la cadena hotelera navarra Luze para que construyan en su hermosas dependencias un hotel de lujo. Si a ello se le suma que el Gobierno vasco da luz verde a 19 municipios vizcainos para limitar los precios del alquiler, ¡zas!, salta la idea: ya tenemos dónde caernos vivos, los más afortunados y los más pobres.

Si ustedes acostumbran al paseo por las riberas de la Ría se habrán detenido a contemplarlo más de una vez. Es uno de los pocos ejemplos que quedan hoy de los palacetes y chalés que se construyeron en la zona del Campo Volantín a finales del siglo XIX y principios del XX. Lo proyectó el arquitecto Julián de Zubizarreta en 1894 como residencia de José María de Olabarri, importante hombre de negocios de la época. El palacio tiene influencias francesas e inglesas y un porte elegante que ha de mantenerse. Vamos, que no entrarán la dinamita ni los buldozers. La Autoridad Portuaria de Bilbao, eso sí, se alivia de los gastos que conlleva. Los visitantes del nuevo hotel podrán regodearse, eso sí, con una escalinata interior digna de la mismísima Sisí emperatriz.

En el reverso de la moneda entran en juego las zonas tensionadas, donde los alquileres se habían puesto por las nubes. La idea es que corregir los desequilibrios, que no se disparen los alquileres en el momento de la renegociación. Parece uno de esos juegos de bloques donde reina el equilibrio.