SI uno cierra los ojos y hace un esfuerzo con la imaginación puede verlo así: la nueva OTA que entra en vigor en este otoño, tiempo de hojas al vuelo y al suelo, lluvias y vendimias, llega a parecerse a una red de contención donde quedan atrapados los errores del ayer. El objetivo, ya ven, es lograr que el corazón de Bilbao lata con una fuerza bien distinta a la de antaño, un vigor menos motortizado y más humano. Habrá quien piense que el real impulso es un afán recaudatorio y quien sueñe con unas calles más asequibles para el peatón, más libre de circulaciones. Cada cual tendrá sus razones.

La OTA y sus nuevas leyes ya asoman, a la vuelta de la esquina. Estén atentos a las variaciones antes de caer en el descuido. Puedo explicarles, por ejemplo, que el centro de Bilbao va a convertirse en un espacio exquisito. A partir de octubre ya no se podrá aparcar gratis en sus calles al mediodía y también se eliminarán las dos horas gratuitas para residentes en zona azul. Van a endurecerse, eso parece, las vigilancias y las sanciones. Y van a dar más facilidades para discapacitados y para el reparto verde de mercancías.

Ese dédalo de calles centrales conforman una suerte de Vía Appia, una de las más importantes calzadas de la antigua Roma que unía dicha ciudad con Brindisi, el más importante puerto comercial con el Mediterráneo oriental y Oriente Medio. El poeta Estacio la definió como la reina de las grandes calzadas romanas. Se convirtió en el mismo símbolo de la República. ¿Acaso buscan los gestores de hoy un simbolo de la villa que les distinga...? No sé si se llegan a tanto pero sí que pretenden darle utilidad a esas calles señaladas para la ciudadanía, para su uso más cómodo y despejado. Lo cierto es que llegan las nuevas normas y pronto será imprescindible acatarlas para que la ciudad respire un aire más limpio y agradable.