MUY a su pesar están en manos de los quintacolumnistas. Los cooperativistas de la quinta torre de Garellano se han dado de bruces con la constructora Urrutia, que ha puesto pies en polvorosa al comprobar cómo se le habían disparado los gastos (al menos eso dicen...) de materiales y de personal. La Quinta columna, les rercuerdo, es una expresión utilizada para designar, en una situación de confrontación bélica, a un sector de la población que mantiene ciertas lealtades (reales o percibidas) hacia el bando enemigo, debido a motivos religiosos, económicos, ideológicos o étnicos. Tal característica hace que se vea a la quinta columna como grupo potencialmente desleal a la comunidad en la que viven y susceptible de colaborar de distintas formas con el enemigo. En este caso, largándose.

Tras pedirles más dinero de la cuenta los cooperativistas se encuentran ahora con otra dificultad: les piden paciencia, como si estuviesen construyendo el edificio que esperan con palillos de dientes o con granos de arena. Han de comprender, les dicen, que nadie se desembaraza de un problema tirándolo de una vez por la ventana; hay que sacarlo por la escalera, peldaño a peldaño. Un mes más, les piden. Como si el reloj de sus esperanzas atrasase.

Y mientras aguardan confían en que llegue un mister Marsahall que les agilice el plan. Están enredados en la telaraña de los gastos y no confían demasiado en que la nueva constructora que coja las riendas se atenga a los presupuestos originales. Al parecer, hay mucho de cierto en el encarecimiento de las materias primas y la mano de obra. Querían estrenar su piso con la ilusión con la que estrenan los niños los zapatos nuevos. Ahora solo aspiran a que les den las llaves y no les salga el asunto la torta de un pan. Quieren entrar en casa y lamerse las heridas en la intimidad.