RESULTA imposible desligar la imagen de Bilbao de las aguas que lo surcan. No en vano, no se sabe con exactitud el origen de un enclave portuario, aunque a finales del siglo XIII debió de tener gran importancia, ya que en el núcleo urbano, cerca del Puente de San Antón, centro de navegación y comercio, Don Diego López de Haro fundó Bilbao. En el archivo histórico municipal se conserva la Carta Puebla y en ella se dice que la villa tomó su nombre de un lugar denominado “el puerto de Bilbao” ya existente en la parte interior de la ría que forma el Nervión al desembocar en el Cantábrico. En concreto se lee: “Con placer de todos los Vizcaínos fago en Bilbao de parte de Begoña nuevamente población e Villa que le dicen Puerto de Bilbao”. Fue puerto antes que villa, se dice desde entonces.

Atraca en mi memoria esta imagen al ver cómo numerosas startups de Escandinavia y de Sudamérica ven a Bilbao (al territorio de Bizkaia, por extensión...) como un puerto de tránsito. ¿Acaso no se navega por internet? Por eso. Las tierras del norte de Europa contemplan a Bilbao como un nuevo Palos de Frontera, puerto del que zarparon Colón. Junto al almirante iban dos hijos de Palos, Martín y Vicente Alonso, los hermanos Pinzón y también para ellos hubo fortuna. No por nada, participaron activamente en el primer viaje de Cristóbal Colón, que tuvo como resultado el descubrimiento de América en 1492, y en otros viajes de exploración. Fueron marinos de destacado prestigio en la comarca costera de Huelva, y gracias a sus diferentes viajes comerciales y de cabotaje adquirieron fama y una situación holgada, que les permitió gozar de respeto y reconocimiento entre sus coetáneos. Un ejemplo de cómo se enriquecen los puertos de tránsito.

También aquí, a Bizkaia, pretenden llegar un buen puñado de starups nativas de Sudamérica al considerar que la torre BAT y sus dominios son una buena puerta de entrada a la vieja Europa. Se habla de la conectividad internacional, habida cuenta que la apuesta de Bizkaia por este universo ha creado un ecosistema donde pueden florecer las oportunidades en una primavera de innovación y emprendimiento. ¡Santa María, qué buena pinta tiene la niña !