BIEN deberíamos saber, a nada que usásemos la cabeza como Dios manda, que en este mundo todo se paga, sea en oro, en tiempo o en sangre. Nada sale gratis. Ahí lo tienen, en el ejemplo de ayer mismo: conseguir una tarjeta multiviaje para viajar gratis de Bilbao a Castro y viceversa tenía un precio, casi tres horas de espera. ¿Acaso los minutos no cotizan en la Bolsa de la vida? Así que ya ven: todo se paga, queridos, dicho sea en el género más neutro del término. Como la vida es tan corta la muerte nos extiende el plazo: es eterna y gratis, lo único regalado que dura para siempre. Y ahí estamos, malgastando céntimos de la primera.

No quiere decirse que la espera de la cola que ayer cobró protagonismo sea un asunto de idiotas, válgame Dios. Yo mismo he guardado turno una y mil veces. Lo que señalo es que el cartel de gratuito lo cuelgan, lo colgamos, con demasiada alegría.

Un viejo latinajo nos ha llegado hasta nuestros tiempos gastado de tanto usarlo pero todavía sin fecha de caducidad. Gratis et amore reza el palabro. Lo digo aquí, desde la distancia de lo escrito, porque si se me ocurre hablar de amore entre la multitud que ayer velaba armas desesperada y enfurecida correría grave riesgo. No en vano, la paciente ciudadanía a la que le viene bien, para el asunto ese del fin de mes, el ahorro no hacía más que repetirlo ayer en la Intermodal: ha faltado información y previsión por parte de la empresa. Uno entiende que sí que cobra (supongo que será el Estado, el gobierno o cualquiera que sea la forma de autoridad competente en la materia la que corra con los gastos...) y no se comprende cómo no avisaron antes de lo que venía. O sí se entiende pero lo que se entiende no puede publicarse sin correr riesgos judiciales que no apetecen a estas alturas de la vida.

Gratis et amore les decía antes. Era un giro del pueblo romano preclásico. Te invitaban a comer a su casa, pongamos por caso, a cambio de las gracias o los agradecimientos. Se puede entender que el romano del ejemplo nos invitaría a comer a cambio de nuestro agradecimiento, que podríamos manifestarle verbal o materialmente. En fin, lo que les decía hace un buen rato en la cola (apenas hemos avanzado cuatro o cinco puestos en la caravana mientras esto se escribe...): nada es gratis y lo que se anuncia como tal siempre tiene una puerta de atrás. Paciencia, señores. Un día de estos iré a saludarles a Castro. Por la cara.