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El sacacorchos

Jon Mujika

Mañanas de enero

EN busca de las soluciones para estos días en los que la climatología le castiga a uno cara a la pared andamos, como en las adivinanzas infantiles, frío, frío. No es fácil dar con la tecla exacta. El frío que nos rodea, puede referirse a la temperatura, como es el caso, a la pasión, la amistad, e incluso a tu personalidad. Tu café puede estar frío, y alguien puede ser frío contigo. Si algo o alguien te dejan frío, es que no te apasiona, que te deja indiferente . Si la policía se da cuenta de que el rastro de un criminal se ha enfriado, es que está alejando de las pistas certeras. Y, como les decía, si estás en busca de algo, y alguien le dice que “frío, frío”, significa que no estás en la ruta equivocada.

En días como los actuales en los que el lobo del frío baja del monte y merodea alrededor de nuestra vida cotidiana, todo se complica. El calor de los albergues gana enteros y los homeless que viven en la calle exhalan un gélido vaho a la espera de confortarse los huesos con algo caliente, una bebida o un plato de comida. A quienes se ven recluidos a esas cárceles de asfalto, los sueños se les convierten en estalactitas y buena parte de la ciudadanía pasa a su lado con prisa: no está el día como para pararse.

La voz de la calle, cuando se predicaba en la sabiduría de los refranes, nos decía aquello de “en las mañanas de enero, ni se dan los buenos días, ni se quitan los sombreros”. La gente de la calle comenta que buena parte de los transeúntes son fríos como un témpano, que no calientan su corazón con las brasas de la solidaridad. Las mañanas de enero. Es escribirlo y a uno le entra un escalofrío, por mucho que esté envuelto en los abrazos de la calefacción. Las mañanas de enero, tiempo en el que ruedan las máquinas quitanieves y en el que reina el café por encima de todas las bebidas. Las mañanas de enero, ¡joder!, hace un frío que pela.