Desde hace unos meses, Bilbao cuenta con un “superhéroe” que patrulla sus calles. Se hace llamar Basque Guardian y ha asumido la misión de vigilar la villa con ese equipaje euskaldun que le caracteriza y con un propósito claro: hacer de Euskadi un lugar más justo y solidario. Ahora, con la creación de Euskal Defenders, busca extender su mensaje e invitar a otras personas a unirse a su labor, formando una red de “héroes ciudadanos”. Hablamos con él para que nos cuente más sobre su misión y su particular forma de entender la justicia.
PREGUNTA: ¿Cuál consideras que fue el punto de inflexión para el nacimiento de Basque Guardian?
RESPUESTA: No surgió de la noche a la mañana. Basque Guardian fue creciendo dentro de mí como una necesidad. El punto de inflexión llegó cuando comprendí que no podía seguir mirando hacia otro lado, que si quería ver una Euskadi más justa y solidaria tenía que empezar por dar el primer paso, aunque fuera solo.
P: ¿Cuál crees que es el mayor problema que tiene Bilbao a día de hoy?
R: El mayor problema que tiene Bilbao ahora mismo es la indiferencia. Nos hemos acostumbrado a pasar de largo, a no implicarnos, a pensar que los problemas de los demás no son los nuestros. Bilbao siempre ha sido una tierra de carácter, de solidaridad y de lucha, pero ese espíritu hay que mantenerlo vivo cada día. El verdadero desafío no está en las calles, sino en recuperar la conciencia colectiva.
P: ¿Cuál es el poder más importante que puede tener un ciudadano cualquiera en Bilbao hoy por hoy?
R: El poder de actuar, de no quedarse quieto, de intervenir aunque sea con un gesto, una palabra o una mano tendida. No hace falta un traje ni un símbolo para ser parte del cambio, el poder más importante es la empatía y la acción.
P: Dices que no tienes herramientas ni armas, pero si tuvieras que añadir una herramienta simbólica que representase a la sociedad vasca actual, ¿cuál sería y por qué?
R: Una txapela me parecería un gran añadido, porque representa nuestra identidad. Pero el casco está ahí por una razón, protegerme de impactos.
P: Ahora lanzas Euskal Defenders, una red de voluntarios, ¿qué tipo de personas te gustaría que se unieran?
R: Euskal Defenders busca personas con valores, gente que quiera ayudar, proteger y construir. Me da igual si eres deportista, médico o estudiante, lo importante es que compartas la misión de una Euskadi más unida y solidaria.
P: Hay quien te ve como un héroe urbano y quien piensa que eres un personaje performático. ¿Qué mensaje te gustaría que entendieran los más escépticos cuando te ven por las calles?
R: No me importa si me ven como un héroe o como un loco, lo importante es que entiendan el mensaje: la acción individual importa. Si mi traje hace que alguien sonría, reflexione o ayude al de al lado, entonces ya ha cumplido su función. Básicamente lo que busco es despertar la conciencia de los demás.
"Fuera del traje soy una persona normal"
P: Fuera del traje sigues siendo un ciudadano raso. ¿Cómo es un día normal en tu vida sin máscara? ¿Te resulta fácil volver a ser “anónimo”?
R: Fuera del traje soy una persona normal: estudio, trabajo, entreno, paso tiempo con los míos y observo. La diferencia es que ya no puedo mirar el mundo igual. Una vez te pones la máscara no hay marcha atrás, porque descubres que hay mucho por hacer. Ser anónimo me ayuda a mantener los pies en la tierra, pero Basque Guardian ya forma parte de mí. Es la voz que me recuerda que todos tenemos una responsabilidad con nuestra comunidad, aunque nadie nos mire.
P: ¿Las personas más cercanas a ti como llevan todo esto?
R: Al principio fue difícil, algunos no lo entendían, pensaban que era una locura. Pero con el tiempo vieron que no era un juego, que detrás hay un propósito real. La mayoría me apoya, aunque siempre con ese punto de preocupación. Saben que salgo a la calle a ayudar, pero también hay riesgos.
P: Si Basque Guardian pudiera dejar una sola huella en Bilbao, algo que perdurara en el tiempo, ¿qué te gustaría que fuera?
R: Me gustaría que la gente recordara que no hace falta ser un héroe para hacer el bien, que cualquiera puede marcar la diferencia. Si logro que una sola persona consiga actuar, ayudar, intervenir, o simplemente mirar con compasión al otro, entonces la huella ya está hecha.