AHÍ está, tenso el alambre y los acantilados cargados de amenaza a ambos lados. Sopla el viento que te balancea y da la impresión de que el próximo paso puede ser el último, a nada que uno sufra un traspiés. Sobre el alambre están los hombres y mujeres, jóvenes todos, que han de pasar ese puente de cuerdas para ganarse, cuanto menos, un mendrugo de seguridad. Zouhair o Larissa Claire son dos casos sobrecogedores. Ambos han cruzado los infiernos de la mar en pateras y se han agarrado con uñas y dientes a la soga de la supervivencia. En la calle, en nuestras calles en las que desembarcaron tuvieron una mala vida, es cierto. Pero en su interior el corazón les boxeaba dentro del pecho con la misma cantinela que les impulsó a venir: tengo que salir de esta.

Deambulaban sin red hasta que conocieron una oportunidad, que sin haber conocido la alegre vida del circo, les avivó el fuego del instinto de supervivencia. Y con él, se les ha despertado una forma de estar en el mundo, no con desesperación sino con esperanza; no con la idea de que uno es la mayor víctima que conocieron los tiempos sino uno más entre las y los amenazados.

Importa, y mucho, cómo se enfrenta cada cual a esta realidad. Actuar sin rapacidad, utilizar el conocimiento con sabiduría, respetar la interdependencia, obrar sin arrogancia ni codicia son una precisa descripción científica de las premisas para la supervivencia, y bien pudiera ser el código moral de Trapezista, un programa que acaba de presentarse en Zirkozaurre, el espacio de artes circenses de Zorrotzaurre, como muestra simbólica de los equilibrios que están haciendo las personas jóvenes (de 18 a 25 años, marca el plan...) sin una red familiar que trabajan para salir a la luz del día con fuerza y sin miedos, a ganarse la vida a toda costa.

Con mucho juego de cintura y el mayor de los empeños regatean, como se pueda, los riesgos de exclusión social. ¿Acaso no sortearon las presiones de las mafias que les habían prometido sacarles del atolladero o la fuerza de las olas, que les amenazaban con hundirles en las profundidades? Si lo lograron, ¿por qué ahora no?, parecen preguntarse quienes se entregan a este proyecto. Están rodeados de sombras pero no las temen. Han convivido tanto tiempo con la oscuridad más negra posible que la mera presencia de sombras les invita a pensar que en algún lugar algo resplandece.