El buen juicio nace de la buena inteligencia y la buena inteligencia deriva de la razón, sacada de las buenas reglas; y las buenas reglas son hijas de la buena experiencia: madre común de todas las ciencias y las artes”, dijo Leonardo da Vinci, pensamiento que bien pudiera haber suscrito cualquier entrenador de fútbol que se precie. Ernesto Valverde, sin ir más lejos, quien hoy descansa con un ojo abierto por ver cómo se perfila la temporada venidera. Sabe, porque el tiempo se lo dijo, que será un año exigente. Europa exige experiencia para sacar adelante todos y cada uno de los partidos y hará falta eso que llaman mundología para hacer frente al campeonato.
Apenas sobreviven seis o siete jugadores en la primera plantilla del Athletic que han pasado por ese trance. No sobra ni un gramo de conocimiento. Así que es lógico pensar que Valverde celebre la continuidad de Ander Herrera en el primer equipo. Por lo que sabe y por lo que puede transmitir. Es uno de esos valores intangibles del fútbol de hoy, donde las virtudes deportivas se entremezclan con el conocimiento del juego. Y Herrera, forjado en el Manchester United y el PSG, posee ambas cualidades. No será suficiente con que se quede, supongo. Se habla de dos plantillas en una por ver si uno es capaz de duplicar los esfuerzos. Quizás por ello en los mentideros, que en ocasiones están marcados con las huellas digitales de la verdad, se habla de Iván Martín como un posible nuevo general en el medio campo. Veremos, pero tampoco se le conoce esa sabiduría de los mayores que tanto se adoraba en el senado romano.
El juego se inventó para entretenerse en los momentos de ocio de manera colectiva junto a los miembros de una comunidad –los compañeros de trabajo de la fábrica, los estudiantes de la universidad, los jóvenes adinerados de una zona noble con mucho tiempo libre, los marineros una vez el barco llegaba a puerto…–; todo lo demás vino después. Hoy de ese fútbol apenas queda nada. Hoy hay más cálculos que fiesta, más esfuerzo que diversión sobre el césped. Es el fútbol que entrega las notas a final de curso. Es el fútbol en la escuela.
Quizás el Athletic, por ese plus de amistad –de cuadrilla nos gusta decir en Bilbao a los seguidores...– que conlleva su filosofía no esté tan inmerso en ese universo de los big data, los kilómetros recorridos (¿recuerdan ustedes los partidos del patio del colegio...? Cuando no tenías el balón dejabas de correr y te parabas a dar un par de tariscos con fundamento al bocadillo de chorizo, fuese por donde fuese el balón) y el peso, medido en miligramos casi. Yo mismo jugaba por encima de los 100 kilos. ¡Qué barbaridad! Qué barbaridad, digo, que me hubiesen prohibido el fútbol por no tener cuerpo de atleta. Cuánta infancia me hubiese robado con esa tarjeta roja, si me lo permiten decir así.
Disculpen este paseo de desahogo. La verdad es que la experiencia de Herrera vendrá bien, como también conviene ese partido de fogueo cerrado para la pretemporada frente al Aston Villa. Servirá para medirnos con uno de ese conjuntos que campan por el viejo continente, donde ya no caben pardillos ni bisoños. O no caben por mucho tiempo.
Alguno de ustedes me dirán que todo esto es una exageración. Es posible. O una mirada con las gafas de la ciencia ficción. Pero les propongo un juego. ¿Ha sido Beñat Prados el hombre revelación de la temporada en el centro del campo del Athletic? Cabe la posibilidad. Recuerden ahora su participación en la final de Copa. El partido le pasó por encima. Exceso de responsabilidad. O falta de experiencia.