SON veteranos de guerra, la vieja batalla del fútbol en la que hoy se juzga la edad con más crueldad que nunca. En ese fútbol atlético donde el físico ha impuesto su ley cuartelaria reina la sensación de que un veterano, con más experiencia que nunca pero menos kilopondios que siempre, solo serviría como prisionero. Por más soluciones que le lleguen a un veterano llega el Orient Express de la juventud y te arrolla en un santiamén. ¿Es mejor este fútbol que mira con recelo a sus viejas glorias? Creo que no, pero lo cierto es que incluso la afición propia que antaño lo jaleó hoy murmulla. Es un severo castigo, lo sé, pero es que se aplica.

Viene al caso esta reflexión ahora que seis de los nuestros –Muniain, Raúl García, Herrera, De Marcos, Yuri y Dani García– que enfilan la recta de llegada acaban contrato y sobre la mesa de negociaciones, supongo, pesan los años. ¿Hemos visto los cinco mejores partidos de cada uno? Entiendo que sí. Si no es una lesión persistente son diez segundos de retraso; llegan las pérdidas, aunque sea a cuentagotas, y eso se mide, se valora, se calcula. Ya sé que suena a menosprecio y que es un desdén desdeñar las enseñanzas. Pero el fútbol de hoy es casi menor de edad, muy joven. Y en buena parte de la juventud habita la arrogancia, la sensación de que no tienen nada que enseñarle a uno.

En ese hábitat de muy diversas generaciones ha de moverse el entrenador. Tiene la necesidad perentoria e inmortal de ganar partidos y esa otra de hermanar el vestuario. Son juzgados por una afición que demanda caras nuevas a cada rato, por una afición que te pregunta qué podemos esperar de este, de ese o de aquel. En un sector del viejo San Mamés (la edad media de la afición ronda los sesenta años, creo...) hay algo más de paciencia pero también ellos, los mayores, se ilusionan con caras nuevas.

Son seis, les dije, relevados algunos a los barrios bajos del banquillo perpetuo, de los minutos basura o de la titularidad porque no hay otro. Suena injusto, lo sé. Y tal vez lo sea. Pero en el fútbol moderno la joven gacela devora al viejo león. A veces, incluso, por encima de los deseos del propio técnico que tiene corazón, pero no es ciego. Los viejos guerrilleros Raúl García y Muniain, con más concha que un galápago, miran los goles de otros de reojo. Saben que no llegarán a esas cifras nunca más. Ellos, que tantos cazaron. El coronel Herrera sufre los estragos del tiempo y su cuerpo, aún capaz de maravillas, dícese que es de cristal, lesión tras lesión.

De él se ha dicho que vive su tercera juventud, pero a De Marcos parece costarle encadenar tres partidos consecutivos en una semana sin achaques y a Yuri se le aplauden este año sus virtudes defensivas, quizás porque el alma ya no le alcanza para el ataque que tanto prodigó. También está Dani García. Son seis de la familia y hay que amarles y respetarles siempre. Agradecerles todo y hacer cálculos. ¿Son rentables?