TODOS estamos hechos de carne y de una fibra milagrosa llamada coraje que, a la postre, nos endurece a la hora de resistir. Esa es la dura resistencia que le lleva al Athletic a moverse por los acantilados de un año que, cubierta la travesía, puede desembocar en el Océano Alegrías. ¿Aguante?, les decía. Paredes ha soportado once jornadas consecutivas con cuatro tarjetas mientras el equipo aguardaba la recuperación de Yeray Álvarez. Fue un ejercicio de equilibrios, habida cuenta que se trata de un central, uno de esos puestos que, ya de por sí, invocan al peligro. Siendo la cifra macanuda, lo curioso es que no se recuerda un momento en el que Paredes se mordiese la lengua, frenase su ímpetu para ahorrar una entrada de más. Se ha manejado con la soltura como si esquivase a la ocupación nazi de Francia y al gobierno colaboracionista de Vichy. Ahora, con tres centrales activos de nuevo, se diría que ha cumplido como un grande.
Otros ejemplos de resistencia ha mostrado el Athletic a lo largo del curso. Por ejemplo, la rebeldía con entereza que demostró el propio Athletic frente al Barcelona en los cuartos de final de Copa para cumplir su quinto año consecutivo sin doblar la rodilla en una eliminatoria única. De nuevo aparece esa fibra milagrosa de la que les hablaba al principio, el coraje para sujetarse. A ello hay que sumar la obstinación rojiblanca de mantener la clasificación para la Champions a vista de pájaro. Lo acaba de decir Yuri, que piensa a lo grande, como el resto del equipo. Hemos visto a Villalibre aguantar y al centro del campo capaz de sujetar a cualquiera. Es el Athletic que resiste y va.