¡QUÉ alegría, qué alboroto, otro perrito piloto! cantaban en las ferias y tómbolas de antaño, con tanta intensidad y tanta fortuna que la expresión quedó guardada en el acervo popular. La frase, lo habrán comprobado ya, lo mismo sirve para un roto que para un descosido. Ahora mismo encaja como un guante para sobrevolar sobre la actualidad del Athletic, feliz y convulsa a partes iguales. Bueno, uno escribe “a partes iguales” y bien sabe que no es así: si llegan los éxitos del primer equipo (un título de Copa o una clasificación continental, pongamos por caso...) saldrá el sol por todo lo alto; si decaen las expectativas (por ejemplo, no clasificarse para Europa y caer en semifinales de Copa, sin entrar en variables como la marcha de algunos de los nuevos ídolos que tanto prometen...) todo se encapotará y se decretará noche oscura.

Entre tanto, a la espera de que llegue el desenlace, el Athletic se mueve ya no entre dos aguas sino en todo un mapa hidrográfico. Duele a la aficiónvver al Bilbao Athletic para el arrastre y hay un punto de añoranza cuando miran el Athletic femenino en tierra de nadie. Se extraña la falta de explicación institucional y se tiembla al valorar si seguirán o no Iñigo Martínez, Nico Williams y Oihan Sancet. Al otro lado del río se festeja el estado de gracia (lo del gol en sus botas ya es el éxtasis...) de los dos últimos, el sentido común de las propuestas de Valverde y la sensación de que este año pueden pelear por Europa hasta el último segundo. Se festeja el ADN del Athletic en la Copa, inquebrantable casi, y agradece el gesto del Atlético con la camiseta. El alboroto y la alegría, ya les dije.