YA no es tiempo de madrugones en lo que al Athletic y sus quehaceres competitivos se refiere. No en vano, los leones que hoy gobierna el látigo de seda de Ernesto Valverde se pusieron en pie bien pronto y a la hora de la improvisada siesta competitiva, fruto del actual mundial de invierno, el equipo hibernó con sus reservas bien cebadas. Están cuartos en la liga y cabalgan en la Copa, dos competiciones que estaban echándose la siesta, si me permiten decirlo así, y que ya se desperezan. Es, por tanto, hora de despertar, de espabilarse a tiempo y entrar en juego con la misma viveza con la que salieron. Cualquier bostezo, cualquier descuido mientras te estiras, puede pagarse caro.

Este bombín acompaña a una reflexión de Juan Artola, un centrocampista ofensivo repleto de esperanzas que zarpó hacia el Burgos con objeto de forjarse en el hierro de la Liga SmartBank, la Segunda División de toda la vida, para convertirse en espada que mata a su regreso. Y de repente el Burgos se ha convertido en uno de los elegidos, en el equipo revelación. A Juan, aprendiz aún, se le cruzó entonces en el camino un desafío mayor del esperado. Y ahí está, embraguetándose para asistir a las clases más exigentes.

Le oímos ahora que él también tiene sueño. No el sopor propio del descanso sino el sueño de jugar y de triunfar en el Athletic. Poco a poco va despertándose y habrá que estar bien alerta por si cuaja como león de los buenos, que esa pinta tiene.

Mientras se deshoja esa margarita, el Athletic ya ha clavado los tacos en la recta de salida. La semana que viene le llegará el cara o cruz de la Copa y es bien sabido que Las Llanas se merienda a los despistados. Una semana más tarde, el Athletic de las grandes esperanzas será retado a echar un pulso con el Betis, uno de los bíceps más poderosos del campeonato. Lo que les decía: hay que levantarse con ímpetu porque no son fáciles los primeros pasos. Con que vuelva el Athletic que se fue, basta.