FRENTE a quienes habían pretendido caracterizar la Diada 2019 como la de la división del soberanismo, la respuesta de la sociedad catalana, nuevamente multitudinaria, volvió a dejar en evidencia, como a lo largo de los últimos años, que el sustrato independentista apenas sufre alteraciones relevantes y, si acaso, se agrupa y expande cuando el Estado pone en práctica medidas represivas como única respuesta a sus demandas. Sucedió a partir de la sentencia en 2010 del Tribunal Constitucional, cercenadora del nuevo Estatut, con un incremento exponencial hasta 2013 (del mínimo del 19% al máximo del 45%) del sentimiento independentista, reflejado desde entonces en la multitudinaria reivindicación anual de cada Diada, que lo dispar de la contabilidad dependiendo de la afinidad ideológica de las fuentes ha situado siempre en una holgada horquilla entre el medio millón y el millón largo de manifestantes. Y sucede ahora, en previsión de la sentencia contra los políticos soberanistas catalanes en prisión a raíz del 1-O, que se intuye condenatoria e injusta, convertida en motivo y lema de las reivindicaciones de ayer para un amplio espectro sociológico que incluso supera al soberanismo y alcanza a ideologías ajenas al mismo en ámbitos preocupados e implicados en la defensa de las libertades y valores democráticos. Esa realidad, innegable en Catalunya, que el Estado, condicionado por los sectores más reaccionarios de los poderes que lo representan, no termina de entender, mucho menos de asimilar, se evidencia y anuncia de nuevo en los mensajes que protagonizaron ayer la Diada, festividad de la catalanidad más amplia, y diversa, tal y como se reclama ahora desde el denominado constitucionalismo -así lo hizo ayer la tercera autoridad estatal, la presidenta del Congreso, Meritxell Batet- que la cerrazón del Estado ha transformado paulatinamente en reivindicación de una mayor aspiración nacional de libertad. Y en esta ocasión también la de la libertad de quienes por pretender el ejercicio democrático de permitir a la sociedad catalana que se exprese al respecto se hallan en prisión y a la espera de una sentencia que marcará el futuro de Catalunya tanto en lo político como en su cohesión social. También el de un Estado que no alcanzará la estabilidad si no es capaz de asumir que contiene diversas realidades nacionales.