EN 2011, el triunfo de Igor Antón en la Gran Vía culminó el retorno del ciclismo de grandes vueltas a Bilbao tras una ausencia de más de tres décadas. El pasado año, la espectacularidad de la etapa entre Getxo y Oiz, a pesar de la climatología final, supuso otra garantía de la ya contrastada capacidad de nuestro país para albergar grandes citas deportivas y, por lo tanto, aspirar a concretar las conversaciones con Amaury Sport Organisation (ASO) para que el Tour regrese a nuestro país más de un cuarto de siglo después de que Donostia fuera su dèpart en 1992. Ayer, la etapa con final en Bilbao tras subir al Monte Arraiz confirmó que esa aspiración tiene una base más que sólida incluso si se trata de albergar las posibilidades más complejas de una gran prueba por etapas, que son también las de mayor afección en el interior de cualquier urbe. No se trata solo del soporte de la afición, renombrada y reconocida y admirada en el pelotón por su número, su disposición al ánimo con respeto y por sus conocimientos. Ni siquiera de la capacidad, demostrada de modo reiterado y casi anual por los servicios e infraestructuras de que dispone nuestro país, en este caso Bilbao y Bizkaia, para ofrecer una acogida de calidad a cualquier evento multitudinario, incluyendo los más complejos. O de su disposición a hacerlo, convirtiendo el esfuerzo económico, organizativo y social en escaparate al mundo y soporte inmejorable para ofrecer una visión real y propia de nuestro país, también de nuestra identidad. Se trata asimismo de la competencia en compaginar la distorsión innegable que implica la asunción de un evento de estas características en las actividades diarias sin que esta se resienta más allá de lo asumible. Y también de la comprensión que la ciudadanía, incluso la menos concernida, demuestra ante dicha distorsión más allá de extemporáneos detalles, cada vez más contenidos, que desgraciadamente confunden el escenario ya que, aun si pueden tratarse de actitudes legítimas en otros espacios, son ajenas a los escenarios deportivos. Bilbao, Bizkaia, Euskadi -la Vuelta discurría ayer por segundo día consecutivo por carreteras vascas- han sido capaces de reunir todo ello en su disposición, reiterada, a trabajar, con sus propios modos de hacer, para ser referencia en un amplio abanico de ámbitos, entre ellos el deporte de élite e incluido en este el mejor ciclismo.