NO puede decirse que la cumbre del G7 celebrada en Biarritz desde el sábado y que concluyó ayer haya decepcionado pese a sus magros resultados. Las expectativas respecto a posibles acuerdos entre los líderes de las denominadas siete grandes potencias mundiales antes de esta reunión eran ciertamente escasas, dada la división existente entre los distintos países, el contexto de enfrentamiento y guerra comercial tanto entre EE.UU. y China como entre el país norteamericano y la Unión Europea y la imprevisible y explosiva personalidad de Donald Trump, lo que ya presagiaba una cita sin grandes conclusiones ni trascendentales puntos de encuentro. Puede decirse que la cumbre de Biarritz ha sido un gran escaparate internacional para el presidente francés, Emmanuel Macron, cuya figura ha salido fortalecida al haber logrado urdir al menos dos ámbitos en los que se ha producido una -al menos aparente- rebaja de la tensión: el conflicto nuclear con Irán y la guerra comercial EE.UU.-China. De manera sorpresiva, el mandatario galo ha conseguido en ambas cuestiones sendas cesiones en el ámbito diplomático por parte de Donald Trump: que acceda a reunirse con el presidente iraní, Hasan Rohani, en una cumbre a celebrar en las próximas semanas para hablar presumiblemente del programa nuclear y que haya rebajado también el tono y acepte mantener negociaciones con el mandatario chino, Xi Jinping, al que ha calificado ahora de “gran líder”. Más allá de estos logros diplomáticos, el G7 se ha cerrado con una casi anecdótica ayuda de unos 18 millones de euros para combatir los incendios en la Amazonía, con el consiguiente enfado de Bolsonaro. Y poco más. En otro orden de cosas, la cumbre ha arrojado un justificado enfado por parte de la población, hosteleros, comerciantes y transportistas tanto en Biarritz como en localidades cercanas a la muga por el excesivo despliegue policial y las restricciones a la movilidad impuestas. En cuanto a las protestas contra el G7 y la contracumbre, se han celebrado de manera mayoritariamente pacífica y sin grandes incidentes, en parte también por el blindaje impuesto, y con un excesivo y llamativo protagonismo de la izquierda abertzale, que ha buscado asimismo su proyección internacional ofreciendo un rostro amable con el que ocultar las “alternativas” que ha ofrecido en un pasado aún bien reciente.