LA devolución por el Congreso al Gobierno de su proyecto de Presupuestos, al obtener las enmiendas a la totalidad 191 votos frente a 158 en favor de las cuentas, y la casi certeza de adelanto por Pedro Sánchez de las elecciones generales a abril o, en todo caso, a primavera solo pueden calificarse de indeseadas. Tanto por añadir inestabilidad a una situación política de por sí inestable como por la parálisis de reformas y políticas sociales que supone. Además, en el caso de Euskadi, por la incertidumbre que el horizonte electoral despliega, aun si no debiera hacerlo, sobre los compromisos del Gobierno Sánchez para la transferencia, 40 años después, de competencias contempladas en el Estatuto de Gernika pero pendientes. Ahora bien, a esa situación indeseada no se ha llegado sin motivo sino por la incapacidad de Sánchez para conservar los apoyos que dieron lugar a la moción de censura contra Rajoy y a su llegada a la presidencia del gobierno y la carencia de cintura y previsión política de los líderes del soberanismo catalán. En ese marco, ha sido necesario un esfuerzo responsable por parte del PNV para mantener la confianza en que su apuesta por la estabilidad, es decir, por no impedir la tramitación de los presupuestos, facilitaría que el Gobierno Sánchez siquiera empezase a cumplir los compromisos alcanzados ya antes y reiterados entonces con la negociación para el traspaso de 33 de las 37 competencias, aun si no se incluían prisiones o la gestión económica de la Seguridad Social. Como no es casualidad que los partidos soberanistas catalanes hayan presentado y votado sendas enmiendas a la totalidad convirtiendo su propia necesidad de improbables avances inmediatos en el diálogo en pinza que ha aprovechado la derecha nacionalista española. Tampoco que Podemos amenazara hasta casi el último momento con retirar su apoyo porque barruntaba quebrantamientos del acuerdo alcanzado por Sánchez e Iglesias en octubre... o que su división gallega, En Marea, votara ayer contra el proyecto presupuestario. Ni que el viernes UGT y CC.OO. reunieran a sus militantes en Madrid bajo el lema “Menos palabras, más hechos” para denunciar los compromisos sin cumplir por el gobierno. Así que la pregunta no es cuándo se celebrarán las elecciones sino cómo, con qué bagaje, cohesión interna y fiabilidad las encara Sánchez ante el electorado frente al tridente de la derecha nacional española.