La agenda UE-EE.UU. ha pasado de una comedia romántica en el pasado, a un drama de incierto desenlace en el presente. De los tiempos de gran aliado histórico y liberador de Europa en la II Guerra Mundial, a un antagonista incómodo en el escenario internacional. En ese contexto, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen acudió a la Casa Blanca para reunirse con el presidente Joe Biden. Cierto es que ya no estamos en la fase de las bravuconadas de Trump y sus continuas amenazas de guerras comerciales, pero la realidad es que su sucesor es más dado a rubricar acuerdos que a construir políticas comunes, que sería la aspiración última de las instituciones europeas. En la batalla hegemónica entre EE.UU. y China, la UE se está quedando en tierra de nadie, pinzada entre dos gigantes que no cuentan con Europa para casi nada, que no sea un sitio para vender sus productos y un bello repertorio de museos que visitar. El último problema entre los dos lados del Atlántico lo representan las ayudas de Estado que el Gobierno Biden ha puesto en manos de la industria verde norteamericana. Unos fondos que pueden suponer la deslocalización de inversiones de sectores comprometidos con la sostenibilidad del continente europeo. Volkswagen ha anunciado que abrirá fábrica en EE.UU. por dichas subvenciones.

RELACIONES HISTÓRICAS

La estrecha colaboración y las relaciones estratégicas de la Unión con EE.UU. se basan en una historia común y en un conjunto compartido de valores democráticos, que son factores clave para la seguridad y la prosperidad de ambos socios. La investidura de Joe Biden en 2021 dio un impulso a la relación que se había deteriorado durante el mandato del presidente Trump. En diciembre de 2020, la Comisión Europea y el Alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad publicaron una ambiciosa agenda bilateral para el cambio global, en la que se identificaban ámbitos de cooperación. Este impulso continuó con el diálogo en materia de seguridad y defensa, así como con el Consejo de Comercio y Tecnología, puesto en marcha en la Cumbre UE-EE.UU. en junio de 2021. En octubre de 2021, el Parlamento Europeo aprobó una Resolución sobre las relaciones entre la UE y EE.UU., en la que se reconocían las divergencias transatlánticas, pero al mismo tiempo se pedía a ambas partes que reforzaran el multilateralismo y trabajaran conjuntamente en política exterior, seguridad y economía, en particular la pandemia, los derechos humanos y la reforma fiscal mundial.

RELACIONES ECONÓMICAS

La Unión y EE. UU. son los mayores operadores comerciales e inversores del mundo. La Unión es la mayor economía mundial, representa el 25,1 % del PIB mundial y el 17 % del comercio. EE.UU. es la segunda mayor economía del mundo, y representan el 24% del PIB mundial y el 11% del comercio. Con el Gobierno de Biden, la Unión esperaba colaborar estrechamente con los EE.UU. para resolver los problemas comerciales bilaterales, incluidos los que surgieron durante el anterior gobierno, a través de soluciones negociadas, como en el caso Airbus/Boeing de la Organización Mundial del Comercio. La inteligencia artificial, los flujos de datos y la cooperación en materia de reglamentación y normas también forman parte de las propuestas de la Unión para una agenda común con el Gobierno estadounidense. Sin embargo, la realidad es que el mandato de Biden avanza y los temas siguen bastante estancados e incluso, han surgido nuevos problemas entre ambos, como es el caso del programa IRA de ayudas públicas estadounidenses a las inversiones industriales que se produzcan en su país que podría amenazar a muchos sectores de la economía europea.

RELACIONES CON CHINA 

La cooperación en la política hacia China es una de las áreas más complejas, difíciles e importantes para que EE.UU. y la UE trabajen juntos. La nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos no deja lugar a dudas de que, aunque la invasión rusa de Ucrania ha desplazado muchos recursos a Europa, China es el punto más importante de la agenda estadounidense. Superar a China es una prioridad absoluta. Por su parte, Europa sufre en estos momentos tres dependencias: la dependencia de EE.UU. en materia de seguridad y defensa, la dependencia de Rusia en materia de energía y la dependencia de China en cadenas de suministro en general y de materias primas críticas en particular. Para la UE y sus Estados miembros, China es un socio comercial crucial, un competidor y un rival al mismo tiempo. China es un mercado inmenso, especialmente para la industria de países como Alemania.