si el silencio es la respuesta de los cobardes, Risto Mejide es el más valiente. Solo su programa satírico ha sido generoso con lo que el periodista David Jiménez, regente de El Mundo durante un año, ha dejado escrito en El Director sobre las cloacas compartidas de los poderes mediático, político y económico. Hay un calculado mutismo sobre este libro, que contiene lo que todos sabemos y muchos callan para salvar su ego y su estipendio: “Comprarse un periodista no era posible en España, pero como dice el dicho afgano sobre la corrupción: del alquiler se podía hablar”. Jiménez es un romántico tardío y juega a ajustar las cuentas con sus colegas con una refinada venganza antes de sucumbir por ostracismo.

¿Y a qué juega Iglesias con la tele? Ya no le embelesa como antes, cuando iba de plató en plató a poner voz a los indignados por los estragos de la crisis. El martes tuvo una bronca de pantalón largo, en directo, con Ferreras, a quien acusó de ser uno de los principales protectores de Inda, el oficial mayor de las alcantarillas del Estado. ¿Cuántas veces Pablo y Eduardo compartieron silla en La Sexta noche de Iñaki López? Atacado de cuernos, el líder de Podemos anticipa su derrota. ¿A qué juega Pedro Sánchez confrontándose con los fachas en la privada y despreciando la pública? ¿A qué juega Aitor Esteban al acudir a una encerrona de debate, en Cuatro, donde la estrella fue Belén Esteban? Estar a toda costa en la pantalla no es eficaz para la reputación y el voto: quien quiera payasos que llame a los Tonetti.

¿A qué juega Casado prometiendo que las corridas de toros regresarán a TVE? ¿A qué juega Rivera con sus desmesuras sobre TV3? Si esta es la realidad insoportable, mejor optar por las intrigas de ficción. Esta noche pasada, Juego de tronos ha estrenado en todo el mundo su temporada final. Feliz agonía.