AS ganas de Copa animan a pasar página rapidito. Es tal el valor que encierra una semifinal que nos ponemos de inmediato en situación, sin esfuerzo: se aparca el insuficiente aunque asumible empate con el Valencia para dedicar desde ya y hasta el mismo jueves la máxima atención a la visita del Levante, el adversario deseado. Ese ejercicio de abstracción, de enfocar todos los sentidos exclusivamente en lo que viene, es compartido por el jugador y el aficionado. Son quienes van a jugar el trascendental partido, cada cual a su manera, y se pueden permitir ese lujo; el entrenador no está en condiciones de decir lo mismo porque no juega, a él le toca tomar decisiones.

Lo de pasar página con alegría, a Marcelino. Se lo impiden las dos principales características que reúne el libro de la temporada 2020-21: su grosor y la constatación de que muchas de las páginas están pegadas entre sí. Dos impedimentos objetivos para una lectura ágil. Su responsabilidad le obliga a detenerse, apartar la mirada del volumen, recapacitar, ponerse a la tarea de ir separando cuidadosamente esas hojas, con tacto para no dañarlas, y así avanzar en la comprensión e interpretación del significado de las palabras, sin saltarse una sola línea y reteniendo lo esencial, que muchas veces se pierde o se desvirtúa por las prisas, las emociones y la ansiedad.

Con entender una página no basta si se es incapaz de entender la anterior. Ninguna página (partido) es prescindible y si de lo que se trata es de que el libro en su conjunto (la temporada) cobre sentido y sirva para enriquecer el intelecto (lograr los objetivos), hay que extraer el jugo de todas ellas, desde la primera hasta la última.

A uno le da la sensación de que Marcelino se esfuerza en hacerlo de este modo, siguiendo una metodología que le aleja de la improvisación. Está gestionando cada compromiso con detalle, siendo consciente del contexto en que se van sucediendo los acontecimientos, a velocidad de vértigo por cierto. Sabe que con una agenda tan exigente ganar siempre es inviable y sin embargo, en vez de renunciar a la victoria, la persigue en cada oportunidad. Por eso, empleando su terminología, es evidente su interés por sumar jugadores a la causa, un proceso que se fundamenta en hechos, no en palabras. El repaso de las alineaciones lo demuestra.

En el Villamarín se ganó el derecho a estar en la semifinal del próximo jueves después de disputar 120 minutos. En medio el Athletic acaba de recibir al Valencia, que no actuó entre semana, con la mejor alineación posible. Mantuvo en la titularidad a Simón e Iñigo Martínez, pero reservó a Yeray, Yuri y De Marcos, que como los anteriores completaron el duelo con el Betis. Y repitieron también de salida Dani García y Berenguer, que no intervinieron en la prórroga. El once definitivo fue reconocible salvo en las posiciones de ataque a causa de la indisponibilidad de Raúl García, Muniain y Villalibre, una desgraciada casualidad que se notó especialmente por la ausencia de recambios específicos. De hecho, Unai López hizo de enganche por delante de la media cuando suplió a Sancet, acompañante inicial de Williams arriba, cuando el chaval agradecería desempeñar una función distinta.

Los imponderables redujeron la capacidad de maniobra de Marcelino, quien por lo demás realizó una distribución de minutos lógica, racional. A expensas de que se registren novedades en el estado de los lesionados, frente al Levante bien podría presentar una formación que incluya a Lekue, Yeray, Yuri, De Marcos y Raúl García, todos ellos descansados y que suponen el 50% del equipo, descontado el portero. Para el centro del campo dispone de Vencedor y Vesga, menos desgastados que Dani García porque los ha ido alternando en las dos últimas semanas, sin descartar a Unai López. A los citados se les sumarán con toda probabilidad Iñigo Martínez, el jefe de la zaga, y Williams. Y, con un ojo puesto en la enfermería, faltaría por descubrir la identidad del undécimo hombre.