LO que más me ha llamado la atención de la faraónica boda entre Sergio Ramos y Pilar Rubio ha sido descubrir que el defensa del Real Madrid no estaba bautizado. Churumbel andaluz de Camas, torerista, caballista y demás topicazos de la España cañí, o sea, el prototipo de un cristiano como Dios manda y ¡sin bautizar!, cielo santo. Mejor dicho, recibió las aguas benditas el pasado 14 de mayo, un mes antes del enlace nupcial, obligado por la Santa Madre Iglesia, que pide el certificado correspondiente antes de bendecir el matrimonio. Lo hizo en la parroquia de Nuestra Señora de la Moraleja, cerrada al público y con nocturnidad, aunque al día siguiente un medio digital se enteró y propagó el secreto.

Así que Sergio Ramos tenía un capricho gordo, vació la magnífica catedral de Sevilla de turistas y devotos y allá se casó junto a una selecta corte de 400 invitados, mayormente relacionados con el fútbol, al módico precio de 175 euros más la voluntad, que debió ser muy voluntariosa pues puso a monseñor Juan José Asenjo, a la sazón arzobispo del lugar, más contento que unas pascuas.

La prensa del corazón cuenta que es Amazon, el gigante del comercio electrónico que se ha lanzado también al negocio de los vídeos on line, quien paga la factura del bodorrio a cambio de un documental sobre el defensa central, que como todo el mundo sabe es un chico muy discreto, no le gusta para nada el exhibicionismo, tampoco se mete en charcos, y tiene un cañón de 35 millones por un negocio inmobiliario fallido.

De ahí que venda su intimidad a una multinacional estadounidense o implore a Florentino Pérez, que ejerció de padrino en el enlace, para que le deje marchar a China gratis total... Pero en realidad yo no quería escribir sobre Sergio Ramos, sino de uno de sus invitados: este que camina circunspecto junto al Real Alcázar de la mano de su pareja rumbo a la catedral.

Efectivamente, se trata de Marco Asensio. Ese chico con unas cualidades balompédicas excelsas, que apuntaba a crack y se ha quedado varado. La prensa madrileña está que arde contando las miserias del club blanco y sobre los refuerzos que han llegado y vendrán para regenerar lo que llaman una plantilla de fracasados. Se dice el club blanco va a gastar 400 millones en fichajes, ya contabiliza 335 en las contrataciones de Militao, Rodrygo, Jovic, Mendy y Hazard, y aún le queda hueco para un jugador de relumbrón (¿Pogba?).

El problema de los merengones es que tienen 37 jugadores en nómina, una barbaridad, con lo cual están obligados a realizar una limpieza a fondo, buscar salidas y hacer caja como sea. En la lista negra, se afirma (y no cualquiera: lo dijeron en la Ser) también incluyen a Marco Asensio, aquel jugador de padre bilbaino y rojiblanco hasta la médula que pudo venir al Athletic cuando comenzaba a despuntar en el Mallorca. Lo contó en el As, con pelos y señales, allá por octubre de 2016, Nika Cuenca, actual community manager del club bilbaino, aunque entonces se descartó la operación porque según Amorrortu, entonces director deportivo, el jugador no “encajaba en la filosofía”.

Si Nika le pide a Elizegi que le mire a los ojitos de Marco seguro que ve a un león rampante, idóneo e ideal para vestir la zamarra rojiblanca con donaire. Dado el deprimente panorama que tiene el Athletic para reforzarse (y vaya si lo necesita) la sola probabilidad de atraer a un talento semejante, de solo 23 años, ilusiona, sin duda. Aunque sea como cedido, con el fin primordial de recuperar a la fiera para el arte del fútbol, santo remedio para combatir las angustias de las tres partes.

Ramos se pavonea a los ojos del mundo, Marco Asensio recrea una fantasía y el deportista gasteiztarra Aitor Costa alcanza la cima del Everest subiendo once veces el Gorbea en un ejercicio de imaginación magnífico. Y lo ha hecho sin necesidad de subvenciones, ni una cohorte de sherpas a su servicio, también a pleno pulmón y con un objetivo admirable: conseguir recaudar 15.000 euros, el coste de la silla que necesita Janire, una joven que sufre tetraparexia espástica y a la que se le ha podido ver en medio de la aventura mostrando esa maravillosa sonrisa.