en noviembre del año pasado la comunidad científica recibió una fuerte sacudida cuando se conoció que el chino He Jiankui había creado dos bebés modificados genéticamente para ser inmunes al VIH. Exitosa o no, la puerta entreabierta se va ensanchando y ahora en la revista Nature el biólogo ruso Denis Rebrikov reconoce que quiere crear bebés modificados genéticamente para eliminar también el enanismo, la ceguera o la sordera?, con el encomiable argumento de que no se puede frenar el progreso.

Reyes, emperadores, generales, dictadores, políticos, financieros, deportistas, científicos? todos han jugado en algún momento de la historia el rol de querer ser divinos. Humanos endiosados, algunos hasta se dejaron adorar y muchos aún se ensoberbecen hasta casi parecer estar suspendidos, como levitando sobre el resto de mortales. Los científicos, algunos científicos, también.

En la historia humana hemos pasado de adorar a la inconmensurable naturaleza y deificar a quien considerábamos tan poderoso como para controlarla, a ir situando al Homo sapiens en el centro del universo como alfa y omega, cambiando de paso la naturaleza a gusto y gana. Pero si hasta hace bien poco, aunque fueran muy importantes, tan solo cambiábamos cosas, bacterias, hongos, plantas y animales, ahora podríamos/¿ya podemos? modificarnos a nosotros mismos. La genética molecular y especialmente la técnica de edición genética CRISPR, unida a la tecnología 5G y el BigData, nos abrió hace cuatro años las puertas de auto manipularnos... para bien y para mal, por supuesto, como Adán y Eva ante el árbol de paradisíacos frutos prohibidos. En principio la tentación es grande, porque domeñar la diabetes, sordomudez, anemia falciforme, distrofia muscular, corea de Huntington, fibrosis quística, retinosis pigmentaria, talasemia? sería estupendo para mejorar el bagaje génico de la especie; pero genera duda y rememora la sospecha eugenésica como algo más que razonables.

Tal vez por ello Lluís Montoliu, presidente de la Asociación Investigación Responsable e Innovación en Edición Genética, lo tilde de irresponsabilidad y temeridad. Porque no se sabe aún controlar el resultado del CRISPR, y al obtener variantes genéticas como deleciones, inserciones, inversiones y reordenamientos cromosómicos entre las que puede estar la buscada, desechar los sujetos no válidos es fácil en animales y plantas, pero en personas no sería éticamente aceptable; además, porque corregidas algunas mutaciones podrían aparecer otras y, sobre todo, porque si aceptamos la posibilidad de la modificación genética terapéutica, ¿por qué no también para cambiar otras características humanas personales: altura, color de ojos, tamaño y potencia muscular, número de neuronas, actividad metabólica?? Sin olvidarnos de que seguramente estas manipulaciones genéticas serían vía sanidad privada, por lo que no todos podrían pagárselas? ¿No estaríamos ante el distópico pero real mundo feliz de Aldous Huxley? Aunque sea deseable que haya un grupo bioético de organización mundial, tampoco me lo imagino hoy poniendo reglas éticas internacionales obligatorias que se cumplan, que ya vemos lo que valen para EE.UU., Rusia, China?, por ejemplo, en cuanto al cambio climático. Así que el camino de inmortalidad y endiosamiento humanos vía CRISPR está planteado, aunque no sepamos si su estación término será el cielo o el infierno de la fruta prohibida.