A actual confrontación casi personal de Erdogan y Macron oculta que desde la creación del Mercado Común (MC) Francia se ha opuesto tenazmente al ingreso de Turquía en esa Comunidad y su sucesora, la Unión Europea (UE).

Las razones de la oposición gala son múltiples y las de la rabieta del presidente turco, unas pocas… aunque también de peso para él.

Desde que Ankara solicitó el ingreso en el MC, Francia comenzó a poner trabas. Las razones aducidas eran muchas, pero el motivo era uno solo: para los dirigentes franceses era evidente que semejante ingreso iba desfigurar totalmente la esencia y el carácter de la Comunidad. Porque París estaba y está convencido de que Turquía pasaría a ser el mayor país de la Comunidad (un poco mayor que Alemania) y la desplazaría del mundo atlántico hacia el Este. Porque con un potencial de crecimiento agrario e industrial enorme y una población trabajadora y disciplinada, acabaría por imponer sus intereses y valores a todo el grupo.

La llegada al poder del Erdogan y su partido AKP (2002) acabó de enardecer los temores franceses. Las pretensiones de los nuevos dirigentes de transformar Turquía en el líder mundial del islamismo y la potencia clave del Oriente Medio han hecho de Ankara un interlocutor incómodo y cada vez más inquietante. La agresiva conducta turca en las guerras civiles siria y libia, aunada a la ostentosa pasividad turca en las campañas contra Estado Islámico, tenían forzosamente que ratificar la hostilidad francesa. Por último, los chantajes financieros que ha hecho Erdogan a la UE a cuenta de los fugitivos del hambre y las guerras civiles acogidos temporalmente en suelo turco también han reforzado las suspicacias galas.

Pero hay más motivos, estos concretos y momentáneos. Francia y Turquía pugnan por los mismos mercados petroleros y gasísticos en el norte de África y el Mediterráneo Oriental. Y en Francia, con cerca de cinco millones de residentes musulmanes, el Gobierno recela de la imparcialidad de la mitad de los 300 imanes que la dirigen, porque esa mitad de los imanes está a sueldo de Ankara.

Por otro lado, los problemas financieros cada vez mayores de Erdogan -la última semana de octubre la lira turca cayó por debajo del cambio de 5 liras por dólar- le impulsan a este a desviar la atención pública de su país hacia sus aventuras y bravuconadas internacionales. Ninguna de ellas -como los desafíos navales con la OTAN en aguas libias y griegas- las ha llevado Ankara a situaciones límite, pero las tensiones son cada vez mayores y los riesgos de que se produzcan incidentes sangrientos, aún más. Y las aprensiones francesas crecen otro tanto.