madagascar, el segundo mayor Estado insular del mundo y el más poblado y pobre, es conocido por la riqueza de su fauna y sus atractivos turísticos. Pero casi nadie sabe que es el detentor del resultado más escandaloso jamás registrado en un encuentro oficial de fútbol: 149 a 0 ¡Un gol cada 36 segundos!

Para hacer ese récord aún más singular, el resultado se anotó en 2002, en la fase final del campeonato nacional, y el ganador no marcó ninguno de los 149 tantos; todos fueron marcados por el perdedor, y campeón saliente, el Stade Olympique del’Emyrne. El entonces entrenador del club -Ratsimandsrey Ratsarazaka- ordenó a sus jugadores hacer todos los saques contra la propia portería como protesta por una decisión arbitral que les había perjudicado en un encuentro anterior.

No sé si el libro de récords de Guinness ha tomado nota de esa increíble pataleta futbolera, pero es evidente que nadie se percató de ella en el mundo ni de sus consecuencias: Las autoridades deportivas de la isla suspendieron largo tiempo tanto al entrenador como a los jugadores del Stade Olympique Razafindrakoto, Andrianiaina y Rakototonandrasana.

Pero quien es capaz de una sorpresa siempre lo es también de una segunda. Y la segunda sorpresa futbolístico-financiera la ha dado Madagascar este año en la Copa de África, clasificándose contra todo pronóstico para los cuartos de final. Y lo ha hecho sin dinero, sin jugadores de primera fila (la mayoría de los seleccionados militan en las categorías inferiores del fútbol francés) y con un entrenador que también imparte su sapiencia en los bajíos del fútbol galo: Nicolás Dupuis, quien se gana habitualmente la pitanza entrenando al F.C. Fleury, equipo del cuarto nivel del balompié francés.

Y si en lo deportivo los malgaches no se andan por las ramas, en lo económico tampoco. Porque este país en el que las tres cuartas partes de la población malvive con 1,90 dólares diarios, ha sido capaz de invertir 170.000 euros en la preparación de la selección nacional y su desplazamiento a Egipto para disputar la Copa de África. Claro que no con un dinero no previsto en los presupuestos del Estado o aportado por los patrocinios empresariales, sino por una personalísima decisión del presidente