ODOS estamos hechos de carne y hueso... y de una sustancia milagrosa llamada coraje. Es ahí donde el ser humano da la talla, en ese empeño sostenido en la lucha que le hace aguantar, reaccionar o avanzar un minuto o un centímetro más de lo esperado. Acaba de llegar una fotografía del alcalde, Juan Mari Aburto, vacunándose en medio de su batalla contra el cáncer. Es uno de tantos, uno de los miles de ejemplos que nos demuestran que la victoria se alcanza con la fuerza de voluntad. Ya se entablará más tarde la batalla, pero hay que alcanzar ese espíritu de predisposición.

A él invoco, ahora que cada día florecen ejemplos sobre cómo la pandemia, que tan invencible parecía hace no tanto, va doblegándose, dando su brazo a torcer. El enésimo caso acabamos de verlo en los quirófanos, donde se ha dado riendo suelta a las intervenciones quirúrgicas, postergadas hace no demasiado tiempo para hacer hueco a los casos más urgentes de covid.

Vuelven las operaciones porque se van otros riesgos. Es el flujo de los tiempos. Y aun reconociendo que cada paso por el bisturí supone la asunción de un riesgo, la angustia de la espera cuando se ha comenzado la cuenta atrás era un lastre tremendo para la gente enferma.

Se diría no que se ha regresado al viejo mundo pero sí que se ha encontrado el rumbo del regreso a casa. Habrá que vivir todavía un tiempo de avatares, algún que otro retroceso (esperemos que los menos...), alguna que otra confusión y tiempos de felicidad que inviten al champán cuando veamos que sí, que vamos ganando tierra a ese negro océano de los contagios.

Queda por saber si será necesario, y en qué términos, escribir un nuevo testamento que regule las normas de una convivencia feliz cuando desaparezcan del todo las cadenas. Al parecer el viejo documento estaba cargado de tragedias y demonios, de fuego eterno y peligros constantes. ¿O no? Éramos felices un cuarto de hora antes de que todo estallase y no creo que lo hiciese fruto de nuestra inconsciencia. Otro cantar es si han cambiado o no las reglas de juego, si es necesario definir ahora con qué podemos ser felices y a qué hay que renunciar. Queda, como ven, mucho por hacer pero aquí estamos, de regreso a casa. Faltan algunos, muchos, que ya no volverán. Recordémosles con cariño, pero emprendamos el camino de vuelta hacia la tierra que tanto quisimos.