VENGA a nosotros la alegría y fuera los recelos. Adiós a los días en los que uno iba a San Mamés con una bota de vino en una mano (dicho sea a la metáfora, no sea que vengan a buscarme en el descanso...) y una caja de Valium en la otra. La victoria del Athletic en El Sadar, un campo sembrado por alambre de espino para los visitantes, le ha sentado en la mesa de los notables con el horizonte despejado. No por nada, basta que los leones mantengan su fútbol trepidante en San Mamés y dobleguen al correoso Granada que visita La Catedral y que el Barcelona gane su próximo partido de liga -juega en el Wanda Metropolitano...- para que ascienda a la mesa de los reyes, a un puesto que abre de par en par la Champions League. Quién diría que las matemáticas nos iban a provocar dulces sueños.

En los últimos partidos el Athletic lanza señales de humo para conectar con espíritus del ayer. El equipo luce una defensa de acero corten, rematada con uno de esos porteros-Athletic de toda la vida. Gaizka Garitano cada día se afana más y mejor en la lectura de los partidos y abre nuevas galerías en la mina, incorporando a su catálogo de futbolistas de uso nombres nuevos. A Sancet le ha bastado una buena hora de juego para desatar la ilusión, San José aparece como un mascarón de proa cuando ha de cambiarse el rumbo mediada la navegación, Lekue se suma a la pelea por un sitio, la huella de Larrazabal es digna de rastrearse, desde Lezama retumban nombres nuevos. Como no vayamos a San Mamés con una sonrisa de oreja a oreja no tenemos perdón de Dios. Es hora de soñar a lo grande.