DICHO sea con permiso del viejo roquero, Loquillo. Esta columna se concede la licencia de tocarle un poquito (la letra de la canción, quiero decir...) y decorarse con ilustraciones musicales. Que suene algo así como “yo para ser feliz quito un camión”, más o menos. Fijénse, sin renunciar siquiera a llevar el pecho tatuado y en camiseta mascar tabaco. No prosigo con aquello de “escupir a los urbanos y a las chicas meter mano” porque hoy sería inviable la letra de aquella canción canalla que sonaba como una road movie golfa. Firma hoy José María aquella letra y paga una multa de órdago o acaba en el talego. Y la canción no suena ni en Radio Macuto.

Viene al caso este juego de palabras ahora que han llegado un container de noticias a buen puerto. Los usuarios de la N-240 han sufrido una y mil veces no poder hacerlo. Lo de quitar un camión, digo. Sobre todo uno de esos vehículos de dimensiones colosales que parece salido de un parque móvil jurásico, como si fuesen un diplodocus de cuatro ejes. Ahora trabajan para buscarles puntos de fuga, una serie de apartaderos que ahorren un puñado de horas perdidas y de juramentos vertidos. Quienes conocen bien la zona dicen que Barazar y Arratia eran las zonas más sensibles -erógenas, no: sensibles...- cuando esos mastodontes se echaban a la carretera sin una vía de escape que llevarse a la boca. Provienen de o caminan hacia el Puerto Autónomo de Bilbao. De allí llega también la buena nueva de la ganancia de tiempo a la hora de construir el espigón central del puerto de Santurtzi lo que nos lleva a pensar que los mensajes en la botella que llegan hasta la orilla del mar no traen lágrimas por un naufragio, la preocupación por la escora de un navío o la desesperación por una sucesión de jornadas sin pesca, asuntos, por desgracia habituales. El telegrama viene en rosa.