el 26 de mayo es una fecha señalada en la historia de Europa. Los europeos estamos llamados a votar un Parlamento Europeo que en gran medida va a decidir el futuro de nuestro proyecto de construcción común. 751 eurodiputados tendrán en sus manos la decisión de hacia dónde debe encaminar sus pasos la Unión Europea y, por vez primera, las mayorías de las familias clásicas políticas, la derecha moderada y la izquierda socialdemócrata, puede que sean insuficientes de la mano de los liberales, para sacar adelante las reformas que precisamos. La amenaza del bloqueo institucional por parte de las fuerzas eurófobas que en distintos Estados miembros pueden alcanzar importantes porcentajes de voto, es más real que nunca. Unos partidos que o niegan la necesidad de la propia Unión o pretenden que cambie sus principios básicos de defensa de la libertad y de los derechos humanos. De ahí que la participación resulte crítica para apostar por más y mejor Europa.

Poco debate y escasa participación En España, la coincidencia de las elecciones europeas con unos comicios generales hace menos de un mes, y votaciones locales y autonómicas, ha eclipsado prácticamente por completo el debate de las grandes cuestiones de la Unión Europea. No se ha hablado de Europa a lo largo de los tres meses que llevamos en precampaña y campaña electoral. Así difícilmente puede saber el ciudadano lo que se juega en las urnas este domingo. Por otra parte, las europeas suelen ser la cita electoral con menor participación de cuantas se celebran en los Estados miembros. El mayor riesgo, además, lo supone el hecho de que son los jóvenes y los que no creen que se jueguen nada en Bruselas, los que se quedan en casa y no acuden a votar. El ejemplo del referéndum del Brexit es paradigmático en este sentido. Son, por el contrario, los que disconformes con las políticas de la Unión Europea, que se alinean con posiciones ultranacionalistas o populistas extremas, los que movilizados por el enfado, pueden determinar el futuro con su voto.

Los enemigos de Europa A estas alturas ya nadie debería dudar de quiénes son los verdaderos enemigos de nuestra Unión. Que el germen o caldo de cultivo de estas posiciones antieuropeas son los propios errores cometidos por los líderes políticos de la UE y por sus gestores en Bruselas, tampoco está en cuestión. Hay motivos suficientes para el descontento con la manera en que se han hecho las cosas en la última década, coincidiendo con una de las peores crisis económicas que hemos vivido. La autocrítica, por tanto, debe ser un ejercicio constante para corregir el rumbo y están justificadas las llamadas a cambiar las políticas por parte de formaciones políticas que desde dentro quieren hacer Europa de otra manera. Sin embargo, tenemos constancia de que muchos de los proyectos políticas eurófobos están siendo patrocinados y apoyados desde fuera, por parte de los enemigos actuales de la UE. Trump y sus entornos obsesionados con acabar con Bruselas y el euro o una Rusia empeñada en revisar sus fronteras a base de debilitar a la Unión Europea, están detrás de muchos de los ataques sistemáticos que se producen, incluidas las fake news que sobre Europa se difunden todos los días.

Lo que nos jugamos El nuevo Parlamento Europeo debe decidir, en primer lugar, sobre la persona que presidirá en Ejecutivo comunitario. El o la nueva presidenta de la Comisión Europea debe pasar por la votación del Spitzenkandidatem, así como sus Colegio de comisarios, uno a uno examinarse en el hearing ante los eurodiputados. Después tendrán que votar los presupuestos europeos para el periodo 2021-2027, definiendo si queremos tener una Europa más fuerte, para lo que es imprescindible contar con más recursos. Bruselas sin dinero para la Unión es un mero tramitador burocrático de normas comunes. El impulso que el proyecto europeo precisa sí o sí de más inversión en cuestiones tan básicas como la seguridad, la inmigración, el pilar social, la investigación y la innovación, la digitalización o la transición hacia la economía circular para afrontar el desastre del cambio climático. Por no hablar de las reformas institucionales de refuerzo del Parlamento en la toma de decisiones para dotar a la UE de más legitimidad democrática o de las ampliaciones de la Unión en el área de los Balcanes. Todo esto y mucho más nos jugamos este 26 de mayo. Demasiadas cosas y demasiado importantes para no ir a votar por Europa.