Desbaratada en las urnas la pretensión de las tres derechas para gobernar el estado con un programa regresivo en derechos y libertades, esta medianoche ha empezado una nueva campaña electoral. Una campaña también importante. Una campaña en la que se pretenderá afianzar la nueva correlación de fuerzas visibilizada tras las últimas elecciones generales. Ahora tocan elecciones municipales, forales -en el caso de Navarra, al Parlamento de Navarra- y al Parlamento Europeo.

Ahora toca hablar de cómo mejoramos la vida de nuestras y nuestros convecinos; de gestionar adecuadamente nuestros residuos y recursos; de la fiscalidad; de preservar el medio ambiente; de hacer unos pueblos y ciudades más accesibles, sostenibles y verdes; de eliminar barreras que dificulten el tránsito de personas; de la mejora de la movilidad; de vertebrar y acercar los barrios y los núcleos urbanos; de mejorar las infraestructuras existentes y de diseñar nuevos equipamientos y servicios; del acceso a la vivienda, como bien acuciante -junto al trabajo en condiciones dignas- para poder poner en marcha un proyecto de vida. Se trata de universalizar el acceso a la cultura, no como un elemento de consumo, sino como eje que pretende empoderar y construir una sociedad más culta, tolerante y avanzada; de normalizar el euskera; de acercar a vecinos y vecinas; de hacer que la cohesión, la integración, el combate de las desigualdades, la cercanía y la participación sean las señas de identidad de nuestros pueblos y ciudades.

Se trata de afrontar los retos actuales y de poner las bases para abordar las situaciones que ya se nos apuntan, a nivel local, provincial y europeo. Se trata de abrir ventanas y puertas para que unamos fuerzas, intercambiemos proyectos y lleguemos a consensos amplios. Más que criticar lo que otros hacen, se trata de hacer balance de lo que cada cual ha realizado, de aceptar posibles errores y de presentar, a su vez, un nuevo proyecto. Un proyecto para un tiempo nuevo, huyendo de estridencias, de promesas imposibles y de toda autocomplacencia.

Muchas de las decisiones que tenemos que tomar a nivel local, provincial y estatal vienen condicionadas por decisiones tomadas en el ámbito europeo. Una Unión que tiene como lema Unida en la diversidad desde el año 2000, aunque lamentablemente, esta diversidad se circunscriba a los estados miembros de la Unión, obviando una diversidad más rica y amplía en pueblos, lenguas y culturas. Una Unión que se ha alejado paulatinamente de las necesidades y anhelos de los habitantes del viejo continente y que ha puesto barreras a la solidaridad entre pueblos y personas, que está socavando la convivencia, la vigencia y la credibilidad del proyecto europeo. Aun así, no podemos dar la espalda a Europa, porque somos parte de Europa. Tenemos que trabajar, influir para que las regiones y pueblos sin estado tengan voz propia en al ámbito europeo en todas aquellas decisiones que nos atañen. Tenemos que participar para que las decisiones se tomen de otra manera en Europa, para construir la Europa de los pueblos, la de las personas.