N el regreso del curso político vamos a asistir a una "normalización" de las estrategias de los partidos políticos. Está por ver si lo que era normal antes de la pandemia ha sido capaz de evolucionar a mejor con la experiencia per los primeros indicios no son halagüeños.

El debate de política general en el Parlamento de Gasteiz es el arranque formal pero ya hay algunos tics preocupantes. Podríamos señalar entre ellos el reverdecimiento del nuevo estatus vasco como tema de disensos pero el rifirrafe, la necesidad de marcar territorio propio del PSE o de EH Bildu respecto al PNV es pólvora del rey. Disparos de fogueo en tanto la actividad parlamentaria, donde está residenciado ese proceso de consenso, no adquiera el protagonismo que le corresponde. El Gobierno vasco ya ejerció la responsabilidad de ese impulso y su estancamiento está en la órbita geostacionaria de los partidos, que han preferido lanzarse perseidas: son vistosas, pero no tocan el suelo.

Lo preocupante del momento es que se haya abierto la veda al manejo político más ventajista sobre aspectos que deberían estar marcados por el compromiso de preservación y mejora, como la sanidad o la educación. En este último caso, alumno aventajado ha resultado el PP con un falseamiento de la realidad que agrede al conjunto del sistema educativo vasco y a sus profesionales por el más espurio de los intereses: medrar. Asistiremos a una panoplia de mensajes que han empezado por el desprestigio gratuito, atribuyéndole el origen de actitudes que deterioran la convivencia y seguirán, como en el pasado, por asignar a la escuela vasca carencias que el resto de sistemas del estado han sido incapaces de resolver, obviando retos -abandono escolar, tasas de formación superior, FP, etc.- que aquí son ejemplo para otros. Juegan con las cosas de comer y su menú es fast food: satisface su paladar a costa de deteriorar nuestra salud.