DURANTE uno de los debates televisivos de la pasada campaña electoral, Pablo Casado palideció y enmudeció unos instantes cuando Pedro Sánchez le recordó que el PP había votado junto con EH Bildu en nada menos que 127 ocasiones en el Parlamento Vasco en esta legislatura. Desde ayer ya son 128. En realidad, son más, porque ayer PP y EH Bildu coincidieron también en su voto en otros asuntos.

La andanada de Sánchez venía a cuento de que previamente el líder de lo que queda del PP le había acusado de “preferir las manos manchadas de sangre”, en alusión a supuestos acuerdos de los socialistas con los “batasunos” y con “quienes quieren romper España”. “¿De qué color tiene usted las manos, señor Casado?”, le espetó el dirigente socialista.

La prueba de que, como en los rifirrafes que se producen en los campos de fútbol, esas cosas que se dicen en campaña se quedan en campaña es que en el Parlamento Vasco, el PP y EH Bildu, en efecto, volvieron a coincidir para la toma en consideración de una proposición de ley que obliga al Gobierno Urkullu al pago con carácter retroactivo de las primas por jubilación anticipada a los profesores de la enseñanza pública que quedaron suspendidas en 2012 por decisión del Ejecutivo de Patxi López.

La aprobación de esta iniciativa, que ahora comenzará su tramitación al tratarse de una proposición de ley, tiene una lectura social y una lectura política. Curiosamente, fue presentada por los populares y apoyada -atención- por la gran izquierda -EH Bildu y Elkarrekin Podemos-. Si no fuera porque está registrada hace casi dos meses, podría pensarse que el viaje al centro que pretende el PP tras el batacazo electoral del 28-A ha sido tan fulminante que hasta se ha pasado de frenada. En su justificación del voto a favor de una iniciativa del partido de la derecha, el portavoz de Elkarrekin Podemos, Jon Hernández -a la sazón secretario general del Partido Comunista de Euskadi (PCE-EPK), afirmó que la suspensión de estas primas a los profesores “es un recorte de derechas, es un recorte antiobrero, contra los trabajadores, lo aplique quien lo aplique, llámese socialista, llámese liberal, llámese comunista”. Total, que la iniciativa de un partido de derechas ha resuelto un recorte de derechas y antiobrero. Es la esquizofrénica política de este país.

La realidad más parece que la proposición popular es una más de las microvenganzas que se ha guardado el PP para hacer morder el polvo al PNV, con el concurso de EH Bildu y Podemos, a través del Gobierno vasco por su apoyo a la moción de censura. Y que, claro, pagamos todos. Una pinza carísima en este caso. Porque la cuestión es que, cegados en su objetivo, los populares no siempre calculan bien ni los asuntos, ni sus aliados ni las repercusiones de esas iniciativas. Tampoco las consecuencias políticas para ellos mismos, que, de seguir por ese camino, van a seguir cosechando victorias pírricas -en su acepción más cruda: “Dicho de un triunfo o de una victoria: Obtenidos con más daño del vencedor que del vencido”, según la RAE- hasta lograr la irrelevancia que les anuncian los resultados de las generales.

El desconcierto del PP, más aún en Euskadi, es total. Y no han sabido reaccionar, ni haciendo una autocrítica verdadera ni parándose siquiera un minuto a pensar en la vorágine que se les viene encima con las municipales, forales y europeas que pueden ser el detonante de su descomposición final.