Al mejor mayordomo se le escapa un pedo, dice un aforismo popular. Al Gobierno de Sánchez se le ha ido uno sonoro cuando todos le mirábamos, después de reclamar focos y atención. Con el traslado y reparto autonómico de menores migrantes, se infló de razones –que las tiene– y de reproches a la insolidaridad del PP –que los merece–; puso en evidencia el populismo xenófobo ajeno y asumió el coste impopular propio. Alguien debió hacer sus deberes fuera de los focos para que un problema de miles no pinche tras dos docenas de traslados. No lo hizo y, a la primera sentadilla, todo el gimnasio se entera de su flojera.
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