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Sarrail begitik

El lobo que viene

Estos días, los autodenominados “progresistas” llaman “asesinos” a todos los que defendemos que proteger a los lobos exige preocuparse también por los pastores y sus condiciones de vida, el buen trato animal y los alimentos de primera calidad, por la ganadería extensiva y sostenible cuyas cabezas cazan estos animales. Los bildutarras, que optaron por la abstención, engatusan a los urbanitas adobando su confuso “nosotros tampoco apoyamos esa caza” con tiernos vídeos de lobeznos. A los pastores, más expertos en calar farsantes, intentarán explicarles que su inquebrantable adhesión a los mandamientos de Idiazabal explica un voto astutamente crítico, que no bloqueó la solución. Lo necesitan para mantener una etiqueta que maquilla su negra historia bajo una frondosa peluca de “pelillos a la mar”.

Jugando a mayores, esta semana el venerable santón de Elgoibar y otros “soberanistas” y compañeros de progresía apostaban bien por que sigamos siendo más que dependientes, marionetas de los Estados Unidos, bien por que renunciemos a dotarnos de la capacidad de disuasión que precisa cualquier agente global solvente. Eso significa, en realidad, oponerse a coordinar mejor, invertir más y comprar en Europa nuestros equipos para la seguridad y la defensa.

Es absurdo, recordaba el presidente de Polonia, que 500 millones de europeos dependamos de que 300 millones de americanos nos defiendan de 130 millones de rusos. Es indecente y utópico, añado yo, aspirar a que miles de americanos, como los que murieron en las playas normandas, repitan sacrificio. Escudarse en la responsabilidad ajena para evadir la propia es la gran “aportación” con que estas gentes protegen y alimentan al lobo que viene a merendarse nuestras libertades.